viernes, agosto 08, 2008

88888

Hoy, a las ocho y ocho minutos hora en Pekín, del día ocho del mes ocho del año 2008 se inauguran los Juegos Olímpicos con una ceremonia que se promete faustuosa como pocas. En una ciudad gigantesca, crecida por las obras durante estos últimos años hasta alcanzar dimensiones difíciles de imaginar, y bajo un más que probable manto de contaminación, los atletas y demás deportistas tratarán de batir sus marcas, y el gobierno chino, al igual que sucede en cada país anfitrión, intentará sacar músculo, recolectar todas las medallas posibles y hacerse notar en cada momento.

Los Juegos son un escaparate magnífico para un gobierno, y así son usados. China trata de tenerlo todo bajo control, lo cual es relativamente sencillo tratándose como es el caso de una dictadura. Sin embargo las autoridades se las ven y las desean para controlar esa marea de protestas desarrolladas por activistas venidos de todo el mundo, especialmente centradas en la actitud represiva de China en el Tíbet, pero que también podrían fijarse en al persecución religiosa que se vive en el país, o en las condiciones de semiesclavitud que rigen en las empresas y complejos industriales, o en los destrozos medioambientales que ejecutan las autoridades o, mismamente, en la dictadura comunista que somete al país. Conviene no olvidar que, efectivamente, China es una dictadura. Pero eso sí, bajo el manto del poder absoluto se esconde el mayor mercado del mundo, 1.300 millones de personas con un nivel de renta creciente, cuyo desarrollo económico durante estos últimos diez o quince años está provocando el cambio de todas las estructuras comerciales, financieras y de producción y demanda de recursos que se han mantenido fijas durante decenios. Parece que China se ah despertado de una vez, y eso puede implicar problemas serios para países pequeños como España, con una población que equivale a, más o menos , media provincia China de las normalitas. Ese mercado, esa avidez comercial, cierra los ojos a la violación de los derechos humanos. Si en marzo, en medio del auge de las protestas antichinas por el Tíbet, algunos dirigentes anunciaron que pensaban no acudir a la ceremonia de apertura de los Juegos, hoy será el día en el que los veamos a todos en la tribuna de invitados, aplaudiendo a rabiar, y haciendo mentalmente caja de los ingresos que les depara este país. Por ahora sólo George Bush se ha atrevido a mostrar en alto críticas serias contra el régimen chino, al que no le han hecho mucha gracia, todo sea dicho, pero es Bush un presidente en retirada, al que le quedan poco más de tres meses en el cargo, y su prestigio internacional está de capa caída. Veremos a ver si Sarkozy se atreve a decir lo que prometió, o se lo piensa al acordarse del contrato firmado para construir centrales nucleares con tecnología francesa en suelo chino, y se limita a hacerle carantoñas a carla Bruni durante toda la ceremonia. Apuesten por lo segundo.

Y es que el deporte, al que tanto veneramos, y del que rendimos pleitesía a sus estrellas cuando realmente no son nada especial (
qué bien lo define el tío de Rafael Nadal en esta entrevista) en el fondo es un escaparate y un “arma” de un país. Los “ejércitos” de cada nación han desembarcado en Pekín, y se van a enfrentar en un combate en el que poco importa la gloria deportiva, el espíritu olímpico y el afán de superación. Es el medallero, el que mi país esté por encima del resto lo significativo, como por cierto ha sido desde el principio de los tiempos. En todo caso, disfrútenlo, que habrá cosas bonitas para ver.

No hay comentarios: