Seguro que con este título logro aumentar la audiencia del blog, y de hecho si así fuese me daría la razón en el argumentario que voy a defender, triste razón, pero me temo que cierta. La cosa es que nunca he visto esa serie de televisión en la que se inspira el título a la crónica de hoy, descrita creo que muy certeramente por muchos como una especie de cuento de la “puticienta” Sin embargo, vistas algunas buenas críticas, me leí la semana pasada el libro del colombiano Augusto Bolivar, en el que está basada originalmente. El libro es serio, crudo, y me ha gustado, y refleja un ambiente de sordidez y decrepitud moral extendido a toda la sociedad colombiana.
Y en el fondo, abajo del todo, está el aspecto físico. Sí, el físico. Resulta que si una chica está lo que llamamos habitualmente “buena” va a tener un futuro espléndido. Con los chicos pasa algo similar, y no hay más que ver el caso del protagonista masculino de la citada serie, pero conozco mejor (es un decir) el mercado femenino, más que nada por ser chico. Esto, que casi nadie discute, es algo que en público no se dice, pero en las entrevistas de trabajo, en las citas y demás hay armas de mujer que se usan con el mismo y escaso recato con el que el ejército ruso mueve sus tanques por Georgia. Esté tranquilo el lector, porque no voy a adoptar aquí la postura moralizante e hipócrita de decir que a mi eso no me afecta, que no me dejo guiar por las apariencias externas, y que soy inmune ante la belleza de una chica. Pues no, claro que no lo soy, me dejo arrebatar como cualquiera, pero en el fondo es una tontería, y una tontería injusta, porque la belleza sólo es una fachada, que oculta lo que hay dentro (a veces nada, otras tesoros) y genera enormes injusticias. La última que he visto, burda, vasta y cruel, como casi todas las políticas de un régimen dictatorial como el chino, ha sido la trampa con la que nos engañaron en la ceremonia de inauguración de las olimpiadas. Seguro que recuerdan que salió una niña preciosa a cantar, menuda pero con recia y bella voz, y a muchos se les escapo un suspiro de emoción al verla y oírla. Luego nos enteramos que la niña en cuestión no cantaba, era otra la que ponía la voz, y a ver quién le hace entender a esa niña que su voz, su don, ha sido utilizado por otra niña que da mejor a la cámara, y que la debe conformarse con estar escondida, porque no es lo suficientemente guapa. ¿Es o no es esto una crueldad? ¿Qué pensará la niña cuando se mire al espejo? ¿evitará maldecirse por el aspecto que tiene, y seguramente a sus padres por haberla “hecho” así? Los que, como ella, no cumplimos con los cánones de belleza y no somos consideraos guapos muchas veces miramos ese espejo como algo cruel, que devuelve un reflejo que no nos gusta, y nos consolamos pensando que la belleza está en el interior, Y ES CIERTO, pero en una sociedad tan mediatizada por la imagen y la apariencia, es duro llevar esa carga, y me resulta insufrible ver casos como el de esa niña, o el de tantas adolescentes, alegres y preciosas, que luchan contra su cuerpo para meterse dos tallas menos de un estúpido e inútil pantalón. Estamos creando un mundo de frustrados, estafados y deprimidos a cuenta de su presunta gordura o su pecho no crecido, cuando eso, en verdad, no es tan importante. El título ese de “sin tetas..” me parece de una falsedad y crueldad realmente insoportables.
En “Dejad de quererme” una muy buena película que vi ayer gracias a la recomendación de una aún mejor amiga, el personaje principal le dice a una amiga guapa, que intenta insinuársele, que no olvide que la belleza, su físico, es una lotería, un regalo de la naturaleza, que acabará marchitándose y se perderá con el tiempo, y que por haber sido agraciada por ese don puede creerse mejor que nadie, ni peor, y que no olvide eso nunca. Pese a no ser el mensaje ni argumento principal de la película me pareció que era una buena idea para relacionarla con el caso de la pobre niña china, de su ostracismo, y de su ocultación “por no tener tetas”.
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