Una de las clásicas políticas de ahorro por parte de los gobiernos es fomentar el uso del transporte público. Yo defiendo este transporte por encima de todo, y soy un ferviente usuario del mismo... quizás porque no tengo coche. Pese a ello, vemos todos los días ineficiencias de diseño y de uso de dicho transporte por parte de las autoridades encargadas de gestionarlo que son difíciles de explicar. Un caso muy calor ha sido lo sucedido este pasado fin de semana en Bilbao con motivo de la suspensión del servicio de metro en parte de la ciudad por obras durante unos cinco días.
Estas suspensiones en Madrid son típicas en verano. Días antes de producirse, el metro informa a los pasajeros de la incidencia futura y dispone un servicio gratuito de autobuses para reemplazar el servicio cortado. En Bilbao ha sido así, pero no en todas partes. Se cortaron dos tramos del suburbano, pero mientras los residentes en la margen izquierda y derecha sí disponían de alternativa gratutia, los vecinos de Santuchu, populoso barrio de clase media de Bilbao enclavado en una montaña a la que cuesta subir andando, fueron desatendidos por el metro. Se supone que algún responsable del mismo consideró que “no necesitaban” alternativa, y que se podían apañar con el transporte de autobuses urbanos, de pago, de siempre, el Bilbobús. En medio de la incredulidad general, el Jueves 31 de Julio, primer día del corte, las líneas 40 y 48 de Bilbobús, que unen el barrio con el metro de la plaza circular (antes España) se colapsaron. Se vivieron escenas de agobios, aplastamientos y malos modos, en medio de un cabreo generalizado y de un calor típico de agosto. El Ayuntamiento, asustado ante lo que se había organizado por la improvisación y desfachatez de los responsables del metro, y en parte por su propia indolencia, reaccionó, y el Sábado puso lanzaderas gratuitas. Pero durante un día entero los vecinos de Santuchu fueron unos marginados, no para pagar facturas e impuestos, pero sí para recibir un servicio básico como es el transporte. Y no es novedoso. Cuando estaba en la universidad tuve la fortuna de conocer a algunas de las mejores personas que se han cruzado en mi vida, y me enorgullezco de ser amigos suyos, y algunos de ellos son residentes en el mítico Santuchu, y en aquellos años noventa, antes de la apertura del metro, era la batalla del “13” lo que les obsesionaba para poder llegar desde sus casas hasta la facultad de Sarriko. Tenías varios autobuses que te dejaban en Indauchu o El Arenal, zonas nobles de la ciudad, pero para subir a Santuchu tenías que abigarrarte con la masa en el 13, que nunca sabías exactamente cuando iba a pasar. La apertura del metro supuso para ese barrio una revolución en transporte, accesibilidad, y les “bajo” a Bilbao de golpe, pero parece ser que algunos de los (i)responsables del metro no lo ven así, y consideran que sigue habiendo usuarios de primera y de segunda, ciudadanos con más derechos que otros, y residentes que deben ser mejor tratados, independientemente de que todos estén obligados a pagar los (muy) caros precios del transporte público en Vizcaya, tarifa elevadas que no sólo se estilan en el metro, sino que son la tónica general en el servicio de Bizkaibus, que es el que más usan los residentes de localidades como, por ejemplo..... Elorrio.
Y ya puestos, hagámonos algunas preguntas sobre Bizkaibus. ¿Por qué desde que, hace ya algunos meses, los proetarras quemaron la caseta de Bizkaibús en Elorrio el creditrans (la tarjeta de pago) sólo se puede adquirir en el cajero de la BBK? Si eres vecino de Elorrio pero no eres cliente de la BBK, ¿no tienes derecho a tarjeta? ¿por qué en Garellano, provisional y chapucera, pero eterna y cutre estación de autobuses de Bilbao, y destino de muchos bizkaibuses, tampoco puedes adquirir dicha tarjeta, y sólo bajando al metro se puede conseguir? ¿por qué hay más semáforos para acceder y salir de Garellano que para entrar al mismo Bilbao por, por ejemplo, Juan de Garay? Y no pongo más porqué sería excesivo..... Gora Santuchu!!!!
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