Finalmente, tras muchos esfuerzos, España va a estar presente en la cumbre financiera del G20(+1) que se celebrará este fin de semana en Washington. Lo cierto es que, como se decía en la época de la guerra de Irak al respecto de los periodistas norteamericanos, vamos “empotrados” en la delegación francesa, dado que Francia tenía dos sillas para esa reunión, una como miembro del G8 y otra porque en este semestre Sarkozy preside la Unión Europea (y si por el fuera seguiría presidiéndola hasta el 2351). Ocupamos una posición de prestado, pero al menos allí estaremos.
¿Cuál va a ser el resultado y la utilidad de esta cumbre? Esa cuestión es más peliaguda. Sinceramente creo que no va a servir para casi nada, excepto para la foto de rigor. Lo que pasa es que en la situación actual esa foto tiene una utilidad por sí misma. Estas cumbres deben estar muy “cocinadas” previamente, porque los presidentes de gobierno que allí van lo hacen para firmar unos trabajos que se han desarrollado durante semanas, o incluso meses. La precipitación con la que se ha convocado la cumbre en este caso, y más en la posición española, recabando posturas hasta ayer mismo de cara al encuentro del Sábado, auguran que el contenido escrito del encuentro será muy débil, nada más allá de una retórica de unión, apoyo al libre mercado y la transmisión de un mensaje de tranquilidad mundial. Se ha comparado todo este marasmo que vivimos con la crisis del 29, y la reunión del sábado con Bretton Woods, y ambas comparaciones demuestran la oceánica incultura de al que muchas veces hacen gala periodistas, tertulianos y opinadores varios. Sí es cierto que uno de los factores que acabó convirtiendo a la crisis del 29 en depresión fue la descoordinación entre los países, la aplicación de medidas proteccionistas unilaterales y el miedo que surgió entre ellos. Reuniones como la del Sábado buscan enmascarar las tentaciones, que existen, de que se vuelva a actuar de esa manera, aumentando así el agujero ya existente. Y no olvidemos que la reunión de Woods tuvo lugar tras varios años de estudio por parte de mentes económicas preclaras que se devanaron los sesos sobre como salir del agujero. Es cierto que hoy en día todo va cada vez más rápido y que esa velocidad también afecta al análisis de los problemas y a la búsqueda de las soluciones, pero si uno ojea estos días la prensa verá en los artículos económicos más dudas que certezas, más sombras que luces, y sobe todo, más asunción de ignorancia y asombre que reconocimiento de causa. Se sigue discutiendo a esta alturas sobre cual es el volumen de activos financieros afectados, cuales son las entidades que pueden caer, o no, y ahora empiezan a existir efectos en la economía real, empezando por el sector del automóvil, que solicita ayudas para no acabar como el moribundo sector inmobiliario que muere desangrado ante la atónita, y a veces placentera, vista de todos.
A todo esto le sumamos que para el Sábado cada presidente tiene un tiempo de intervención que, si no he oído mal por ahí, no llega a los cinco minutos, y es que las reuniones de mucha gente son poco operativas, y cuanta más gente, menos. Así ZP no podrá decir mucho, salvo alguna alabanza al sistema financiero español (haría bien en no contar lo que está organizando el Santander con su acciones regaladas) y la necesidad de reformar las finanzas internacionales en su conjunto, y poco más. Pero había que estar, y este fin de semana, nuevamente, los corresponsales españoles se plantarán en las avenidas del DC, una de las ciudades, por cierto, más bonitas que he visto.
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