Me explayé ayer en exceso sobre el caso de Susan Boyle y no me dio tiempo a hablar de otra chica, llamada Stephanie Parker. Frente a la imagen de la célebre cantante, Parker representa su antítesis. Morena, joven, guapa, de mirada dulce y atractiva, y poseedora de una carrera televisiva exitosa, es una triunfadora a su corta edad de 22 años, y en parte será un ejemplo que seguramente es seguido por muchas adolescentes británicas. Frente a la fealdad y el friquismo de Susan, la normalidad y el éxito de Stephanie.
Bien, todo lo que he puesto arriba es correcto excepto el tiempo verbal, porque Stephanie ya no “es”, sino que era. A esa prometedora edad de 22 años, la chica se ahorcó en un descampado galés la semana pasada. Al parecer, quién sabe si por la crisis o la simple bajada de audiencia, la BBC canceló la serie en la que esta joven llevaba desarrollando un papel principal desde hace ya bastantes años. Puede que le entrase la angustia del desempleo, o que se sintiera frustrada o, lo más probable, que después de una vida de oropeles y éxito que se metió en sus venas desde antes de que tuviera capacidad de razón Stephanie se dio de bruces contra la realidad, una realidad dura, en la que Susan Boyle lleva viviendo toda su vida. La actriz parece que no lo superó y decidió acabar con todo. Desde luego no conozco los entresijos de esta historia, pero viendo la foto de la chica me parece algo inconcebible el poder suicidarse. Alguien no le debió explicar que el mundo no se acaba con la serie en la que participaba, que estaba justo al principio de una carrera que iba a tener momentos buenos y malos, y que la vida está plagada de episodios difíciles que debemos superar, porque de lo contrario nos arrojamos a las vías o nos ahorcamos, y eso no arregla los problemas. Sólo nos elimina de ellos. Ha sido casualidad, pero el que estas dos historias hayan coincidido me parece casi milagroso, porque juntan, en un mismo país, una misma sociedad, dos caras extremas de eso que llamamos el éxito, social y personal en este caso más que profesional. Está por ver como superará Susan el subidón de popularidad en el que está sumida, y la caída que, tarde o temprano llegará. El caso de Stepahnie muestra que ante una subida, una mejora o ganancia todos estamos, mal que bien, preparados para hacerle frente. Se nos abren oportunidades, algunos de nuestros sueños se pueden hacer realidad, y pese al vértigo que nos proporciona el ascenso, podemos verle muchos de sus lados positivos. El problema llega una vez que uno está instalado en la cumbre, o peor aún, cuando empieza a despeñarse por ella camino a la “normalidad” por así llamarlo.
Cuando decía antes que seguro que Stephanie ha sido modelo y referencia para muchas jóvenes inglesas no estaba seguro de en que plano me refería. Quizás en el ascenso, la fama y el glamour (si ella puede yo también, dirían muchas) pero al ver como ha acabado su vida seguro que algunas de sus seguidoras se empiezan a preguntar el porqué, qué era tan oscuro en la brillante vida de Stephanie, qué parte de su existencia era fachada y que es lo que había en su interior, y el mito se desmorona a la velocidad con la que es enterrada su protagonista. En fin, que esto da para mucho...
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