... y no me refiero a la cumbre del G20 de mañana en Londres, donde habrá muchos más políticos que economistas, sino al encuentro celebrado ayer en Madrid por parte el Colegio de Economistas en el que se hacía la presentación, ya clásica cada año, del último número de la revista que edita el colegio, que tiene carácter de anuario. Gracias a un compañero de trabajo (gracias, OOM) acudí al acto, en su compañía y la de alguna de mis jefas a la par que compañeras, que tuvo lugar en un hotel muy cercano al Ministerio, así que no era necesario ni desplazarse mucho para ver, entre otros, a Miguel Sebastián, el Ministro de Industria.
Tras las palabras de Juan Iranzo, actual decano del colegio, y Emilio Ontiveros, coordinador de la revista (que suena a veces como próximo ministro) le tocó el turno a Miguel Sebastián, que era el principal ponente de la noche. Admitiendo la gravedad de la crisis en la que nos encontramos, su excepcionalidad tanto en orígenes como en velocidad de transmisión y destrozos provocados, decidió huir del discurso pesimista y se dedicó a glosar lo que el consideraba eran algunas ventajas competitivas que permiten poner a España en buena posición de cara a enfrentarse ante al debacle o incluso a estar bien posicionados ante eso que podíamos llamar “el día después”. Algunas de esas fortalezas nombradas por el ministro fueron la capacidad de las empresas españolas en sectores punteros como las energías renovables o la ingeniería, la baja tasa de deuda pública y el alto nivel de ahorro nacional, el gran número de personas en edad de trabajar de las que disponemos, gracias principalmente a la inmigración, frente a sociedades de nuestro entorno más envejecidas, etc. Al final sacó algo del instinto de partido al señalar que el esfuerzo en la I+D+i y los apoyos fiscales contra la crisis son medidas que este gobierno (al que pertenece) ha llevado a cabo con mayor esfuerzo que otros. Académico, didáctico y serio, Sebastián elaboró un discurso sólido y en cierto grado convincente, pero a mi entender falto de algunos elementos que están en la realidad y son insoslayables. Oyéndole había momentos en los que uno no se llegaba explicar como, dadas todas esas ventajas que señalaba, algunas ciertas, hemos llegado a esta crisis y a los niveles de desempleo que sufrimos (mañana sale la cifra de paro de Marzo, crucemos los dedos). Me parece bien que se de una mensaje de aliento por parte de las instituciones, pero le falta un previo de asunción de responsabilidades, y de una llamada general al sacrificio ante los tiempos duros que estamos pasando, y que se acabarán, porque todo pasa, pero que en el día a día se traducen en frustración, paro y desánimo. Hay que hablar de “sangre, sudor y lágrimas” para luego poder decir que venceremos. Sino va a ser difícil que, por parte de las autoridades, se puedan tomar las medidas de sacrificio social que vana ser necesarias cuando llegue el momento, que llegará. Eso eché en falta en su discurso, que por otra parte, como ya he señalado, fue técnico, muy correcto y creo que comprensible en caso de no saber demasiado de que va todo esto.
Tras el acto tuvo lugar el cóctel de rigor, que frente a la suntuosidad y dispendio con la que se celebró el año pasado en el Hotel Palace, se llevó a cabo de una manera mucho más discreta y sobria. Menos espacio, gente, viandas y tiempo, de tal manera que mi amigo OOM y yo salimos del hotel poco después de las 22:00 cuando aquello estaba ya más que acabado y personal del hotel se encargaba ya de recoger las mesas. Serán cosas de la crisis, que como todo, también afecta a los economistas, esos grises señores la mayor parte de las veces, lamentablemente, de los que ayer había una nutrida representación en la sala.
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