Finalmente el caso de los pagos de gastos suntuarios por parte de los llamémosle diputados británicos se ha empezado a cobrar sus primeras víctimas. Pese a ser legal, que las dietas de los parlamentarios cubran gastos de manutención de mascotas y compras que suenan aún más abusivas ha motivado un escándalo público considerable y ha provocado la dimisión del presidente de la Cámara de los Comunes, algo bastante noticioso e histórico, porque no se producía una dimisión en este cargo desde hace tres siglos.
En España somos más continuistas y tenemos permanentemente un caso de corrupción en el candelero, iluminado por el candelabro mediático de Sofía Mazagatos. Estas últimas semanas el afectado por las acusaciones es el PP, y de hecho hoy debe comparecer ante el tribunal Superior de Justicia de Valencia Francisco Camps, el Presidente del gobierno autonómico, en calidad de imputado, para declarar sobre el asunto de los trajes que supuestamente le regalaron algunos de los jefes de la banda de corruptores (el bigotes y otros sujetos que parecen llamarse todos iguales). No he prestado demasiada atención a este asunto porque si en el caso de los imputados por Madrid me parece que está claro que algún delito se ha cometido, y que están cayendo uno a uno en los juzgados, en el caso valenciano me resisto a creer que un hombre con el poder e influencia que tiene Camps venda su alma a un grupo de tramposos a cambio de unos miserables trajes, que pueden costar mucho, sí, pero que no son más que un trapo. Yo, que estoy en contra de toda corrupción, puedo entender que uno se sienta sobornado, o tentado al menos ante propiedades, miles o millones de euros, estatus social u otras cosas que son elevada, y que tras devolverlas al ser pillado con las manos en la masa, pueda pensar en la cárcel sobre que es lo que ha hecho y no debía.... pero vender tu alma a unos tíos como el bigotes, con esa pinta de mafiosos cutres, por unos simples trajes??? Me parecería más patético que delictivo, aunque si uno lo piensa muy mal, no es demasiado diferente al destino dado por los parlamentarios británicos a sus asignaciones. Ayer declaró en el juzgado el segundo de Camps, Ricardo Costa, hermano de Juan Costa, un señor alto, espigado, con un hablar con acento muy pijo y que parecía tener agua destilada en las venas en vez de sangre, que sonó hace bastantes meses como cabeza de lista de la candidatura de Esperanza Aguirre en el congreso valenciano del PP para enfrentarse a Rajoy, y que al final ni se presentó ni se ha vuelto a saber nada de él. Las acusaciones sobre Costa son las mismas que sobre Camps, por lo que es probable que el resultado de la acusación también sea el mismo. Ambos son diputados en las cortes regionales de Valencia y ambos están enfangando el prestigio de las mismas y pase lo que pase, ambos han tenido relaciones con unos personajes como Correa y el bigotes, que no huelen a nada bueno.
No se si Camps saldrá bien parado de la comparecencia de hoy o no, será el juzgado el que determine si este caso se salda con una cabeza de primera categoría como la suya en la bandeja de oposición o todo está sobredimensionado y resulta que no era tan corrupto lo que así parecía. En todo caso la imagen pública del presidente valenciano ha quedado tocada. Si alguna vez tuvo aspiraciones para dirigir el PP a nivel nacional y sustituir a Rajoy, esos sueños se han esfumado definitivamente, porque va a quedar muy asociado a los trajes de Milano. El zumo de naranja de Camps empieza a saber a horchata.
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