Pasada ya más de una semana desde el inicio de la gripe porcina, luego llamada nueva gripe, y ahora denominada por algunos gripe A, o H1N1, parece que sus efectos se diluyen poco a poco. Méjico, el país más afectado, empieza a volver a una normalidad relativa, con el restablecimiento de los colegios y demás actos públicos, la reapertura de los restaurantes y el paseo de la gente por sus inmensas calles y avenidas que, desérticas como han salido en muchas fotos, ofrecían un aspecto realmente fantasmal.
Este virus no parece muy grave. Mata gente, sí, pero bastante menos que un fin de semana de tráfico, y desde luego mucho menos que la gripe común, la de todos los inviernos, de la que sufrimos una pandemia anual que llega con una exactitud milimétrica. Quizás los términos hayan contribuido al nerviosismo, porque la palabra “pandemia” es de las que asusta, cuando sólo quiere decir que el virus se ha extendido por varios países. Una vez comprobado que su riesgo es menor, empiezan a suceder, de manera sorprendente, actitudes irracionales que, mucho me temo, tienen más de pose política y aires proteccionistas que de reales esfuerzos de salud pública. Así, China ha decidido aislar a los turistas, algunos de ellos mejicanos, que se encuentran en un hotel de Hong Kong, aduciendo el riesgo de contagio entre la población. Hay testimonios de turistas, algunos españoles, que cuentan como es su encierro, que no acaban de comprender, y menos en el caso de China, que en ocasiones pasadas mostró una irresponsabilidad y un afán de ocultamiento de las enfermedades dignas de la mejor época de oscuridad soviética. Así, tuvieron que morir muchos chinos en la oscuridad para que el régimen de Pekín asumiera que algo llamado “gripe aviar” se estaba desarrollando dentro de sus fronteras hace algunos años, y tres cuartos de lo mismo sucedió con el llamado Síndrome Agudo Respiratorio Severo, SARS, que fue ocultado a los medios occidentales y a los organismos internacionales encargados de velar por la sanidad hasta que fue posible. Ahora, con un virus leve, las autoridades chinas montan una película que más parece una venganza o un intento de lavar su imagen a costa de los turistas que se apiñan en ese hotel. Otro ejemplo de irresponsabilidad lo está liderando Rusia, que unilateralmente ha decidido prohibir la importación de productos de cerdo de España por si el contagio de la gripe se extiende. Esto es una tontería desde el punto de vista sanitario, y a mi me da que, aprovechando el tumulto de la gripe y del miedo, el gobierno ruso ha decidido cerrar mercados a algunas importaciones para favorecer a los granjeros locales que, como en todas partes, se están viendo afectados por la crisis. Vamos, el viejo proteccionismo de siempre, amparado en este caso en una falsa coartada de salud pública.
Y es que una de las peores consecuencias de esta gripe, cuya propagación parece controlada, es que da una excusa potente para implantar políticas restrictivas con el comercio, transporte y desplazamiento de personas y mercancías por todas partes. Habíamos quedado que en medio de esta crisis lo que menos necesitábamos era caer en el error del proteccionismo, para no repetir viejos fallos de depresiones anteriores, y lo primero que hace el gobierno ruso es cerrar fronteras a la importación de productos cárnicos. El virus proteccionista, creado sólo por los humanos miedosos y no por la naturaleza, puede ser mucho más letal que el de esta gripe.
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