lunes, mayo 11, 2009

Vasos comunicantes

Pese a que hay muchas noticias de actualidad que, por su importancia, requieren un comentario, hoy voy a relatar un episodio personal ocurrido este fin de semana, que ha sido tranquilo, aunque algo doloroso. El Sábado por la mañana, radiante y soleado, decidí dar un largo paseo más como reto personal que como entrenamiento o disfrute. Cogí el anillo ciclista que bordea Madrid y, con la meta en lograr los 20 kilómetros, allá me puse, paso a paso. Bajo un sol de justicia, en bañador y con una camiseta cuyas mangas remangué al máximo. Empecé la aventura a eso de las 10:30.

Y lo logré a las 14:115 más o menos. 20 kilómetros medidos sobre el propio anillo. Oeoeoe!!! Pensaba yo camino a casa, vía autobús y metro, a medida que el pie izquierdo, que me había molestado hacia el final, me dolía cada vez más. Una vez en casa, duchado y comido, me di cuenta de que el pie y el tobillo izquierdo me dolían una barbaridad, y que andaba más cojo que un carrito de supermercado. Además, descubrí que cuatro horas al sol de Madrid pueden producir indeseables efectos en la piel de tal manera que el brazo y pierna derechos estaban rojos como tomates, y o mucho me equivoco o se van a despellejar a lo largo de esta semana, todo ello con un sensación de picor nada agradable. Ante esto y las nubes que empezaban a cubrir la tarde madrileña, opté por quedarme en casa, y hacer un poco de limpieza, que iba haciendo falta. Cogí la fregona y el cubo, ambos casi abandonados en un rincón de la cocina, y decidí limpiar el cubo antes de poner agua en él. Como no se me ocurrió mejor manera de hacerlo eché un buen chorro de Fairy, cosecha de 2007 (es lo que tiene no cocinar y apenas fregar) y abrí el grifo sobre el cubo. Según el anuncio Fairy lava cuatro veces más que los demás, y genera mucha espuma. Lo primero no estoy seguro, pero de lo segundo sí, porque empezó a brotar espuma del cubo como de una fuente desatada. En segundos el cubo desbordó, y antes de que pudiera cerrar el grifo, la fregadera de al cocina estaba llena de espuma, como esos parques que los bomberos cubren para que jueguen los niños. Espuma por todas partes, que llegaba a rebosar el fregadero y se caía por el suelo. Sombrado, traté de quitar la condenada espuma a mano, o a cucharadas, con el grifo muy poco abierto. Tardé un buen rato en deshacerme de todo lo que estaba en la fregadera, y en descubrir que aclarar el cubo para que cada vez que introdujese agua en él no se generase un espectáculo similar me iba a llevar un buen rato, y todo eso de pie, con el tobillo y pie izquierdo cantando la Traviata a dúo. Tras lograr enjuagar el maldito cubo, poner agua transparente en él y echar lejía enjuagué el suelo de la cocina y me deshice e la espuma en toda su extensión. “Te he ganado, condenada”, pensaba en mis adentros, ahora sólo me queda ir al baño, hacer una limpieza general del mismo y poder tumbarme de una maldita vez y dejar este pie en el aire.

Y al llegar al baño cual fue mi sorpresa al descubrir que prácticamente todo él estaba cuberito de espuma. Enano como pocos, mi baño comparte pared con la cocina, y por lo visto tuberías. La espuma de la fregadera había logrado salir por el lavabo, que una vez rebosado, había dejado el suelo del baño blanco algodonado. Era como los talibanes, que los echas de un lado y te aparecen por sorpresa en otro. Me costó bastante más que en la cocina doblegar a la condenada espuma del baño, y pese a mis iniciales temores, la vecina del segundo no ha debido sufrir filtración alguna. Cuando acabé todo el fregado, nunca mejor dicho, me tumbé en el sofá, y empecé ser consciente del riesgo que supone tener una botella de Fairy en casa. Eso si que es un arma de destrucción masiva......

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