Supongo que no les cuento ninguna novedad si les digo que el Sábado hubo un partido de fútbol, una de esas cosas extrañas que a mucha gente le vuelve loca y que a mi cada vez me gusta menos, y que apenas soporto. Por lo que vi en la prensa el Domingo debió de ser algo importante, trascendente de cara a solucionar la crisis, proporcionar alegría al consumidor y, ya puestos, acabar con el virus de la así llamada nueva gripe. Desde luego por el número de páginas que se le dedicaban debió ser algo fundamental para la humanidad, y yo me lo perdí.
Aunque es cierto que me le perdí a propósito. A la hora a la que empezó el encuentro yo, junto a unos amigos valientes, me senté en una terraza en un bar de Elorrio, cuando el sol, que hacía no demasiado que había salido, ya se ponía. El bar poseedor de la terraza estaba lleno, pero se respiraba un enorme silencio. Decenas de cuerpos, en su mayoría hombres, rígidos, quietos, inmóviles, adorando a una enorme pantalla plana que, en alta definición, dejaba ver las evoluciones de unos sujetos sobre un fondo verde. En la zona del pueblo en la que estábamos, donde hay unos pocos bares de “mayores” reinaba un silencio sepulcral, con todas las tascas repletas, y me imagino que en similar situación de ensimismamiento, de adoración. De vez en cuando se oía algún grito de suspiro y esporádicamente, estruendos cuando marcaba gol algún equipo, en este caso se celebraban los del Barcelona. Los que estábamos en la terraza, de charla, y sin hacer el más mínimo caso al partido, veíamos como cada vez hacía más frío, pero era imposible entrar a uno de esos bares. Porque si, Dios no lo quiera, alguno se cruza delante del televisor y obstaculiza la vista de los aficionados se arriesgaba a salir lapidado cual árbitro. De hecho yo les dije a mis amigos, un poco de coña pero muy en serio, que si en ese momento entrase en uno de esos bares una señorita despampanante, ligera de ropa y con pose insinuante, ninguno de los parroquianos (que bien viene este adjetivo aquí...) le haría el más mínimo caso, nadie giraría su mirada sobre ella, y pobre como se atreviera a pasar delante de la pantalla, porque el destino del árbitro apaleado se iba a cruzar en su camino y se arriesgaría a salir corriendo en medio de los gritos de la marabunta. No, en ese momento tras mi silla, al otro lado del cristal, se estaba produciendo un éxtasis, lo más parecido a lo que muchos de esos mayores (y no tanto) son capaces de asimilar al concepto de orgasmo. Una alucinación colectiva, un momento completamente religioso, en el que el pueblo, completamente sometido al opio del fútbol, pasaba de la religión, la crisis, el poder, el sexo y todo lo que uno pueda imaginarse. Aquellos bares eran los templos de los integristas del fútbol, de la nueva especie elegida, y yo, desde mi silla de fuera, seguía sin entender nada.
Como todo guerrero tiene un reposo, en el intermedio del partido algunos de los fieles devotos salieron de sus templos para estirar las piernas y, en un ejercicio curioso, entrar en otro de esos templos para ver la segunda parte, de tal manera que se produjo una reordenación de la feligresía de manera muy espontánea y natural. Alguno de mis amigos, que pertenece a la cofradía del balón y de la santa pierna de Leo Messi, salía extasiado, como un personaje de La vida de Brian que se hubiera rebautizado en el Jordán, lleno de gozo y alegría..... y yo, desde mi silla, donde cada vez hacía más frío, no lograba entender nada.
2 comentarios:
Caro David,
Yo soy una de "Los posesos" y como excepcion en tu blog y desde el cariño que te profeso, tengo que enmendarte la plana: El partido fue un autentico acontecimiento y un exponente soberbio de lo que significa la palabra futbol, mucho mas alla de los colores, camisetas, himnos y escudos. Fue uno de los mejores partidos de futbol que he visto en bastantes años, y creeme que siento una cierta lastima por los que, como tu, os sentis superiores por despreciar un fenomeno de masas como éste, en tantas ocasiones criticable.
El futbol es el opio del pueblo (uno de ellos, ciertamente, pero cada uno se aliena como quiere) pero el sabado se convirtio en Sacramento. Mira en la enciclopedia el significado de sacramento y me entenderas.
Sin rencor. Conviertete.
Hola Paris.
No, si yo no me creo superior porque no me guste el fútbol, faltaría más. Lo que ocurre es que no me gusta.... y supongo que mi sensación de extrañeza debe ser similar a la de la mayor parte de la población ve a lo que se denomina un “friki” disfrutando de lo que a él le place y los de alrededor no lo entiende. Lo mismo, sólo que esta vez en la proporción inversa. Saludos y gracias
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