Lunes, bonito Lunes de Agosto no tan cálido como el pasado, y con cierto riesgo de tormentas en Madrid, que a ver si es verdad y se sustancian en algo de espectáculo. Como después de cada fin de semana, este pasado entre el frío y las brumas de Elorrio, típicas del verano en Laponia o zona similar, llego a la oficina y enciendo el ordenador, acto que sólo realizo una vez a la semana porque se ha convertido en uno de los momentos más desesperantes, frustrantes y obtusos de entre los que observo en mi vida diaria.
Se ha dicho alguna vez que si Bill Gates hubiese hecho coches, estos tardarían minutos en arrancar y los atascos serían eternos, y por lo que veo en el ordenador de mi trabajo eso puede ser verdad. Es un Pentium 4 con 512 Mb de RAM, cifras que hace algunos años estaban bien y que hoy se quedan justitas, como pasa siempre con estas máquinas. Corre en su interior Windows 2000, que es menos pesado que el Vista, pero que viene deseado con un montón de paquetes y suplementos de actualización (Service Pack) que la IGAE, nuestro proveedor informático, se encarga de reinstalar en cada arranque, haciendo que la parte final del mismo conste de unas cuantas ventanitas tipo DOS desde las que se cargan programas, órdenes y comandos. Pero eso es el final, porque desde hace algunas semanas en el inicio me salta el CHKDSK para verificar el disco, y se pasa dos o tres minutos comprobando sectores, tablas de índices y demás. Después de eso el aparto se digna a mostrar los logotipos de las ventanas y empieza el arranque en serio, que lleva a la traca de los programas antes mencionados. En definitiva, tardo unos 6 – 7 minutos desde que aprieto el botón del ordenador hasta que puedo lanzar el Word y ponerme a escribir, y eso con paciencia, porque de mientras todo esto se desarrolla el ordenador está bastante tonto, responde mal y , por ejemplo, si uno pulsa a MI PC para acceder a las carpetas, obtiene una pantalla vacía que poco a poco se va llenando de esos iconos, en el administrador de tareas el consumo del procesador pega unos saltos tremendos en este periodo, supongo que para asimilar el “chute” de datos que le están metiendo nada más levantarse, y el ruido del giro y de al lectura de datos del cisco duro no cesa, como banda sonora inicial de la jornada. Se menos de lo que debiera de la mecánica y física que se soporta la integridad de los datos y el funcionamiento del ordenador, pero me temo que un arranque de este tipo no puede ser nada bueno, y me imagino que puede llegar a generar un trauma en algún sector del disco que se manifieste en forma de archivo no encontrado, proceso díscolo o error garrafal, de esos que te obligan a reiniciar y vuelta a empezar con todo este apabullante proceso.
Así, como soy magnánimo con los derechos del disco duro, no le hago arrancarse todos los días, y le apago el viernes cuando llega el final de la semana. También pienso en mi, y al hacer este proceso de encendido sólo una vez me ahorro al espera aburrida que supone el desfilar de incongruentes pantallas por el monitor. Asistir a este suplicio todos los días no puede ser bueno. Por la noche el disco duro duerme, en silencio, sin que nada le perturbe, ni siquiera nobles cometidos como el SETI at home, cuyo acceso está capado por el Proxy de la IGAE, y los sectores los índices y todo lo demás espera a la mañana a que se arranque el Word en el que escribo cosas como estas.
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