Estoy seguro de que la mayoría de los conductores que ayer trataron de salir de alguna de las grandes ciudades de nuestro país o que pretendían entrar a ellas iban avituallados y preparados para la tarde de atasco típica de principio de agosto. Vituallas varias, decenas de litros de líquido, móviles cargados y una paciencia acumulada dispuesta a ser tirada a lo largo de lentos y pesados kilómetros de caravana, donde no se puede hacer prácticamente nada que no sea aguantar, y aguantar, y esperar....
Pero sorpresa, no hubo atascos. La locutora de TVE que estaba en la DGT lo dijo ayer por al noche de una manera algo enrevesada pero divertida, al afirmar que la situación del tráfico la tarde del Domingo había sido tranquila y típica de un fin de semana de poco tráfico, pero que no era nada normal teniendo en cuenta el fin de semana de que se trataba. Luego empezó a desgranar argumentos sobre si los conductores habían escalonado sus movimientos, ante el miedo al atasco se había salido antes y todo se había alargado, y otro tipo de explicaciones semejantes. Creo que la locutora obvió la causa más clara, o eso al menos me lo parece, de la falta de atascos. Si no hay colapso en la carretera es porque hay menos coches en movimiento (marchando un Premio Nóbel) y esto se debe a la maldita crisis. Sí, sí, hay menos dinero, mucha gente en paro, y pese a que salgan imágenes en las que los cruceros rebosan y el Caribe está que se hunde por el sobrepeso de humanos, lo cierto es que mucha gente habrá decidido alterar sus vacaciones, no quizá suspenderlas, pero sí recortarlas, quedándose algunos más tiempo en el trabajo, los que lo tengan, y en otros casos limitándose a no salir de la ciudad de residencia. Con la situación laboral que vivimos a muchos se les hará muy cuesta arriba largarse de vacaciones, coger el coche y hacer kilómetros en busca de un descanso que en su mente y su bolsillo no son capaces de encontrar. Frente al trabajador que no es capaz de desconectar en vacaciones de su trabajo, el parado vive en una angustia permanente y lleno de dudas ante el futuro, y muchos empleados saben que a la vuelta de septiembre sus contratos caerán como hojas de un otoño que se prevé duro. En esta coyuntura es lógico que las vacaciones se planteen como un lujo. Y con menos movimientos, menos atascos. De hecho me da que la crisis está influyendo notablemente, y esto al menos es positivo, en la caída de la siniestralidad en carretera. A una mayor concienciación de los conductores se suma la dureza de la DGT, que parece que quiere empezar a sancionar en serio, y un menor número de conductores y una menor velocidad. Semana a semana nos “ahorramos” muertos que se produjeron en el mismo periodo del año anterior y eso es una muy buena noticia, aunque en el fondo su causa no sea nada positiva. Es una conjunción de miedo, angustia y temor lo que, paradójicamente, parece crear más seguridad en la carretera.
Espero que ahora la realidad no desmienta esta imagen, y que ninguno de mis lectores o conocidos se haya pasado una mierda de Domingo al volante...”ni te imaginas como estaba aquello, hasta la bandera” y yo diciéndoles que según la tele y algún economista este año hay poco atasco por esto y por lo otro, y todo dicho desde la silla de mi despacho, al que llego en metro, porque no tengo coche ni mucha experiencia de lo que es un atasco... “así ya podrás” pensará alguno, espero que no desde una tierna cola de coches de entrada a nosedonde.
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