martes, febrero 16, 2010

Confiad siempre en Dios, es el Camino recto

Este pasado Domingo tuvo lugar la ceremonia de los Goya. Como me sucedió el año pasado, no tengo vistas las grandes candidatas de esta edición, Celda 211 y Ágora, aunque he oído muy buenas impresiones de ambas, especialmente de la carcelaria 211, y de sus interpretaciones. El año pasado me sucedió lo mismo, y no vi la película que arrasó en 2009. Ese desliz lo suplí el Martes de la semana pasada, cuando TVE, con motivo de la semana de los Goya, estrenó Camino, de Javier Fresser, y pude verla sin cortes y todo seguido. Y la película da mucho juego.

En parte de eso hablé el Sábado cenando con un matrimonio amigo, DCM y MCD, predestinados a amarse desde la misma simetría de sus iniciales. Camino cuenta la historia de una niña así llamada, cuya familia pertenece al Opus Dei, y que en un momento dado empieza a sufrir dolores, provocados por un tumor que poco a poco acaba con ella. La película, al parecer basada en un hecho real, muestra en paralelo la evolución de los sentimientos de Camino hacia Jesús, un chaval al que conoce por su participación en el montaje de una obra de teatro, el desarrollo cada vez más cruel de su enfermedad, y el hundimiento en la cerrazón y angustia de la familia, encabezada por una madre creyente religiosa hasta el extremo, que en la búsqueda de lo mejor para su hija, y llevada por el amor a Dios, equivoca su camino personal y, en mi opinión, logra exactamente lo contrario de lo que promulga el mensaje del Evangelio. Como verán, todo un tema. Hay que apuntar en el mérito del director Fresser que la película, que podía fácilmente despeñarse por el barranco del simplismo y la demagogia, mantiene un tono de seriedad y respeto muy elevado. Evidentemente el director muestra su opinión sobre lo que está sucediendo, y el espectador saca algunas conclusiones muy claras viendo el caso que se le expone, pero repito que frente a otras visiones de la religión, aquí no se denigra la creencia, sino el uso y abuso que de la misma se produce por parte de quienes la instrumentalizan para lograr sus objetivos, muy terrenales por otra parte. Decía MCD el Sábado por la noche que la madre de Camino era mala, pero creo que eso no es cierto. La película contrapone a una madre autoritaria y recta frente a un padre temeroso y vacilante, pero los dos son personajes buenos, que por encima de todo desean lo mejor para su hija, que viven esa tragedia de manera íntima. La diferencia es que el padre, creyente pero menos, hace tiempo que ha perdido el control de su familia, y la madre, creyente fiel, lleva al extremo la máxima teresiana de “quien a Dios tiene, nada le falta”. Ese principio, convenientemente manipulado puede hacer que el amor de madre se transforme en algo bastante más tenebroso. A medida que Camino se hunde en una enfermedad que le hace sufrir, que no entiende, y a la que no logra encontrar justificación ni culpable (entre otras cosas porque no lo hay) la familia ve como las certezas flaquean, como las grietas sobre el cuidado y atención a los hijos crecen entre los padres, y en un final memorable, todo colapsa. Al final la película destila tristeza, pese a que Camino se siente como en el cielo.

La principal reflexión que me produjo la película es el contraste que los humanos hemos creado entre el mensaje de amor que destina el Evangelio y el mensaje de sufrimiento en el que basamos la creencia religiosa. Camino muestra una visión religiosa sencilla, fiel, amorosa, bella, y la madre y los que le rodean enseñan una religión triste basada en la desconfianza, el dolor y la pena. El final, contando la muerte de Camino y el desenlace de la obra de teatro a la que ella quería acudir y no puede, es puro lirismo y posee algunos golpes graciosos, pero sobre todo es un mensaje de amor de Camino, una luz en medio de las sombras. Qué duro, sí, pero que bonito es ese final.

2 comentarios:

dacasito dijo...

¡¡¡Qué gran película y qué gran sobremesa la del sábado noche!!!
Debo decir que "Camino" ha hecho honor a su nombre y aun hoy sigo cuestionando y reflexionando sobre todo lo que ví, oí y también debo decir que sentí. Es difícil observar el amor, la Fe ciega, la esperanza, el dolor, la resignación, manipulación, soledad, fatalidad, felicidad, inocencia, pureza...a simple vista y en Camino parece que traspasan la pantalla...y ése es el verdadero camino, sin aderezos de pasteles de nata ni bizcochos.

David Azcárate dijo...

gracias dacasito, aunque el mérito de la sobremesa fue vuestro, no mío :-)))))