Ayer la capital de España no fue Madrid, sino Londres. A ella acudieron en peregrinación la Ministra de Economía Elena Salgado y el Secretario de Estado de economía, José Manuel Campa, con objeto de tranquilizar a los inversores de la city, nombre popular que se le da al viejo barrio bancario y por extensión a todo el complejo financiero de la ciudad. Curiosamente Campa se reunión con los inversores y Salgado con la prensa, por lo que pudiera interpretar uno que si el rango es acorde al desempeño debe ser más importante conseguir buenos titulares que inversiones solventes.
¿Se consiguió? Pues no lo se, pero tengo mis dudas. El “road show” que es como se denomina a este tipo de viajes para vender el producto, en este caso España, se enfrentó a su prueba más dura en España, no en Londres, porque siguiendo la tradición de dispararse a los pies, José Blanco dio carta de naturaleza a la teoría conspirativa para defender la posición del gobierno ante la debacle que vivimos. Esto es una tradición muy arraigada en España que consiste en que, para evitar reconocer tus errores, le echas al culpa a otro, y cuando ya todos los que te rodean se han librado, erre que erre, hablas de conspiraciones internacionales. En los tiempos de Franco se tiraba de la expresión complot judeomásonico con una facilidad sorprendente y, claro está, era mentira, pero si servía para engañar a la población y mantenerla sometida era válida. Luego en democracia han ocurrido episodios similares, desde el gobierno de Felipe González, que vió en su caída una conspiración hasta el gobierno de Aznar, que últimamente veía enemigos ocultos hasta debajo de las motas de polvo que esconden las alfombras. Los “peones negros” y otras organizaciones similares son algunas de esas modernas teorías conspirativas patrias, y ahora creamos otra para tratar de explicar porqué nos hundimos. No niego que la semana pasada hubiera ataques financieros contra el ibex y el euro, pero eso no quiere decir nada. Sería más interesante preguntarse porqué se dan esos ataques contra algunos países y porqué contra otros no. Si no tuviésemos un paro que más que duplica el de la zona euro, o un déficit público de dos dígitos o una deuda controlada en volumen pero que crece como el número de pisos que no se venden no nos golpearían. Durante el inflado de la burbuja española los especuladores extranjeros eran “inversores” que acudían atraídos por las “bondades” del mercado español (es decir, se forraban aquí y nosotros con y gracias a ellos). Ahora son crueles tiburones que buscan la ruina de España y su gobierno. ¿Y qué sucede? Que los que estos últimos años nos han prestado el dinero que no teníamos se ponen nerviosos porque sospechan que a lo mejor no les pagamos todo lo debido, y empiezan a deshacer posiciones en España, a vender. Para solucionar esto hay que empezar por dar una imagen seria, creíble y fiable en el extranjero, cosa que trataron de hacer ayer Salgado y Campa, y huir de pataletas de colegio, acusaciones baratas y declaraciones peligrosas, como las que hizo ayer Blanco.
Si de la visita londinense no conocemos aún los frutos, sí los tenemos de las palabras de Blanco. Ayer el Financial Times publicaba una nota en la que calificaba las declaraciones del ministro español de paranoicas, todo un logro del que sentirse orgulloso. Se ve que duele que los medios de comunicación extranjeros, independientes del gobierno patrio, digan lo que les apetece, y no lo que los poderosos españoles desean oír, pero no olvidemos que lo que hacen es describir un grave cuadro de situación que, nos guste o no, es con el que nos toca lidiar. En resumen, menos quejas a la profesora por la manías que decimos que nos tiene y más estudiar y hacer los deberes.
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