Ayer por la tarde tuve al oportunidad de asistir como público al debate sobre la crisis que organizó la Fundación Canal en sus instalaciones de Plaza de Castilla. Moderado pro Carlos Rodríguez Braun, famosos economista, aunque esta expresión sea rara en si misma, los participantes fueron Antonio Beteta, Consejero de Economía de la Comunidad de Madrid, Emilio Ontiveros, otro economista famoso y de prestigio, Jordi Sevilla, ex ministro socialista y entre otras cosas, verso suelto del PSOE y Leopoldo Abadía, uno de los mayores, y más certeros gurús de la economía y sociedad de nuestro tiempo.
Presento el acto Esperanza Aguirre, sí, sí, al misma, la ví en persona, y al menos el discurso lo hizo bien. Desde luego la señora tiene empaque, empezando porque ni se tropezó ni cayó desde los tacones sobre los que se elevaba, lo que tenía su mérito. Ya metidos en harina, fueron Sevilla y Ontiveros los que se centraron más en al coyuntura económica desde un punto de vista técnico, dado que Beteta ejerció de político y en sus intervenciones trató de arrimar el ascua a su sardina y de paso zurrarle lo más posible al gobierno de Zapatero. Ninguno de ellos se atrevió a dar soluciones estrictas a la crisis, ni a asegurar que estamos en la salida de la misma. Sí hubo un cierto consenso en señalar que hemos tocado fondo, que no vamos a bajar más, y que muy probablemente la recuperación que está empezando a producirse es débil, frágil e inestable, y que de consolidarse no generará lo que se conoce como una salida en V (caída rápida y profunda, salida rápida) sino una L o U, caída rápida y bastante tiempo en el fondo. Abadía centró sus intervenciones en dos pilares básicos, y muy obvios, pero olvidados. Uno es que el empleo lo crean las empresas, no los gobiernos, por lo que todas las medidas que se pongan en marcha deben servir para estimular y ayudar a las empresas, y ese debe ser el único criterio para medirlas. Cuanto más les ayuden, mejores medidas serán. El otro punto es que esta es una crisis no tanto económica como de decencia. Sí, sí, porque como él dijo y tiene razón, ha habido, y hay, mucha indecencia económica en los agentes económicos, y aquí se engloban a los particulares, empresas, gobiernos, organismos reguladores y todo lo que uno se pueda imaginar. Y si hubo consenso entre los cuatro en señalar que de esta crisis no vamos a salir como entramos, no nos sirve el modelo antiguo, no podremos recurrir a lo conocido y lo fácil para volver a un mundo de crédito barato y excesivo, que es a donde nos ha llevado la situación actual. Este es uno de los pensamientos profundos que repiten muchos expertos, pero que los gobiernos de todo el mundo, y el nuestro como no, no quieren oír, porque se les rompen los esquema para ganar sus próximas citas electorales, y que la sociedad no desea asimilar porque el da miedo, directamente. No se trataron algunos temas candentes, como el de la crisis griega y la situación del euro, aunque las pocas veces que se mencionaron se notaba un exceso de prudencia que yo asocio al temor ante el peligro desconocido. Tampoco los economistas se detuvieron mucho en el panorama político nacional, pero el mensaje común fue que si ante este drama PSOE y PP no pactan es porque PP y PSOE no quieren pactar. Así de triste. Tras más de una hora de comentarios los ponentes recibieron alguna pregunta de los medios de comunicación que se encontraban presentes, muchos, por cierto, y alguna de los que seguían el debate por Internet. Al acabar el acto se ofrecía una copa a los asistentes y público invitado, pero yo allí ya no pintaba nada y no me quedé.
La verdad es que la charla fue interesante, y si hay que reconocer que los ponentes eran todos ellos serios y muy competentes, el premio se lo llevó Abadía. Socarrón, tímido, reconociendo que no sabe muchas cosas (¿cuánta gente oímos al día decir NO SE en los medios?) sus intervenciones provocaron la sonrisa de toso los asistentes, aunque como digo hizo hincapié en el problema de la decencia, uno de los más graves de los que vivimos hoy en día, y que sólo el parece señalar en cada uno de sus artículos y exposiciones. Fue el único que se llevó aplausos y los comentarios a mi alrededor eran del tipo “Joder, este tío tiene toda la razón”. Pues eso.
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