Ayer la bolsa se dio un castañazo, cayó el ibex35 algo más del 2% en unas sesión de nervios ante el problema griego que no se soluciona y las posibilidades de su extensión, y de paso mis renovables se hundieron un poco más. Hace una semana el Ibex subía y parecía que las ganancias empezaban a controlar el parqué hasta que el Viernes la SEC, el organismo regulador de la bolsa en Estado Unidos, acusó a Goldman Sachs, el mayor banco de inversión del mundo, de prácticas ilegales, lo que hizo caer los índices y abrió el suelo a los accionistas de medio mundo. Otra ilegalidad más.....
Ya he hablado aquí alguna vez de Goldman Sachs, una de las mayores empresas financieras del mundo, y sospecho que la más poderosa, no sólo por la cantidad de dinero que tiene, sino porque ha sabido colocar a directivos suyos en puestos estratégicos de control de la política en Estado Unidos y en otros organismos internacionales. Es curioso que haya sido esa entidad la que ha salido más fortalecida del derrumbe de la banca de inversión estadounidense. De hecho es la única que no ha quebrado o ha sido absorbida por otra entidad. No. Goldman reina en medio del desastre, y ahora la SEC va contra el acusándole de estafa financiera a través de unos productos muy complicados que mejor no explico aquí para que no se mareen. ¿Por qué ha delinquido presuntamente Goldman? La teoría común nos diría que porque han sido los más profesionales, eficientes y listos, y desde luego tontos no han sido, pero pese ha ello han cometido errores en la valoración de activos en un mercado convulso y complejo. Otra versión es la que señala la presencia de un tonto útil, un empleado o grupúsculo de ellos que operaba de manera ilegal a espaldas de la entidad, pero aprovechándose de ella. El nombre que ha saltado a los medios como cabeza de turco en este caso se llama Fabrice Tourre, y varios artículos relatan su peripecia. Mi opinión es que este joven de nombre francés puede haber cometido delitos y estafas de manera individualizada, pero él no es el culpable de la situación, porque como muy bien relata este denso pero obligatorio artículo la acusación contra Goldman Sachs no es sino otra, una más de las muchas que se han hecho a entidades financieras de todo pelaje que, en los años de bonanza hicieron lo que les dio la gana, vendieron lo que quisieron, fueran activos correctos o simples basuras empaquetas, a precios de oro, convencieron a miles de incautos y grandes empresas y gobiernos y todo tipo de agentes de la seguridad de unas inversiones complejas en la que lo único seguro era que al final eran los bancos de inversión los que ganaban. En el fondo durante unos años Wall Street ha funcionado como un inmenso casino, el mayor del mundo, en el que las apuestas han ido subiendo a medida que los índices se disparaban, en el que las empresas no lograban financiarse y en el que algunos, entre ellos Goldman Sachs, han jugado a ser los reyes de la mesa, los que controlaban las cartas, fichas y bolas, las trucaban y trataban de hacer saltar la banca, compuesta en este caso por todos los ahorradores de distinto pelaje que acudían a la llamada del beneficio rápido y sencillo. En España ha sucedido exactamente lo mismo, a nuestra escala, y no son la inmobiliaria de la esquina ni el gigante Goldman sólo los causantes del problema, ni la enfermedad, sino uno de sus mayores síntomas.
La enfermedad, como siempre dice Leopoldo Abadía, es la falta de decencia. Las ganancias rápidas, inmensas y sin esfuerzo conseguidas mediante exóticos productos financieros volvieron loco a todo el mundo, han generado un mar de deuda de todo tipo que amenaza con sepultarnos y han provocado un desastre que no hace más que generar olas que arrojan a las playas restos del naufragio y chapapote. Ayer, bancos de inversión e inmobiliarias, o Grecia, mañana quién sabe, y esperemos que no seamos nosotros mismos los que acabemos en las arenas de esa ficticia playa. Parece una moraleja bíblica, pero la indecencia se acaba pagando, y cuanto más tarde, más gravemente.
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