Para acabar la semana voy a comentar una buena noticia, aunque normalmente las buenas no lo son. Ayer, medio de una pompa y solemnidad de reminiscencias romanas, trompetería incluida, Obama y Mevdeved firmaron en el castillo de Praga un acuerdo para reducir el número de cabezas nucleares y vectores de lanzamiento que posee cada país, y que todavía apuntan mirando hostilmente al otro. Pese a que hace unas semanas se veía muy difícil este acuerdo, finalmente ha podido tener lugar. Curiosamente la sala donde se firmó era la llamada “española”, nombre que parece venir de antiguas caballerizas de pura sangre, pero no estoy seguro.
Decían algunas voces maliciosas las semanas pasadas que, de firmarse el acuerdo, lo que realmente se estaría pactando es un proceso de reconversión nuclear, por así llamarlo, dado que algunos de los arsenales de que disponen las dos potencias se han quedado muy viejos, y es más rentable deshacerse de ellos que renovarlos. Sea como fuere esto vuelve a poner encima de la mesa el problema del armamento nuclear, que durante años fue una pesadilla para el conjunto del planeta. En los sesenta y setenta, cuando la carrera armamentística alcanzó su cota máxima, tanto los EE.UU como la antigua URSS acumularon suficientes arsenales como para destruir este mundo varias veces. Eran tiempos de máxima tensión, y cualquier incidente ponía al mundo al borde del abismo. Reinaba por entonces lo que se llamó la MAD, acrónimo que como palabra en inglés quiere decir locura, y que son las siglas anglosajonas de Destrucción Mutua Asegurada, el equilibrio del terror, que tan bien ilustraban algunas películas como “Juegos de guerra”. Ambos países sabían que no tenía sentido enfrentarse en una guerra, así que para liberar su estrés y hacer ensayos reales se citaban en terceros países, sitos en lugares como Latinoamérica, África o Asia, y cada uno armaba a un ejército convencional y lo lanzaba contra el otro, como amos que se divierten tirándose peones sobre un tablero de juego. Finalmente este equilibrio se rompió gracias al hundimiento de la URSS, y lo que parecía un mundo más tranquilo ha derivado en algo mucho más complejo. El número de actores nucleares sigue estabilizado. Si no recuerdo mal (que pudiera ser) a los dos gigantes, se les unen China, India, Reino Unido, Francia, Pakistán, Sudáfrica, Corea del Norte e Israel como poseedores de la bomba atómica, aunque este último país nunca lo ha confirmado. Se duda de la capacidad rusa de controlar todo su armamento y no se descarta que algunos componentes hayan sido extraviados con oscuros destinos y fines. Si anda lo impide irán será el siguiente país en sumarse a la lista de caballeros nucleares, y cada vez falta menos para que algún grupo terrorista u otro tipo de organización no estatal logre hacerse con componentes que, bien en forma de bomba atómica o sucia, les permitan unirse a este extraño club. Así, el poder nuclear se está dispersando, descentralizando, y el riesgo de que se descontrole es algo que cada vez está más próximo. El riesgo, tras una década de los noventa plácida en este aspecto, no ah dejado de crecer desde el maldito 11 de Septiembre, y sigue ahí.
Por eso la reunión convocada para la semana que viene en Washington sobre seguridad nuclear aparece como una cita crucial para poder debatir sobre todos estos asuntos. Por de pronto Israel ha anunciado que mandará una delegación descafeinada, y es que uno de los temas cruciales del encuentro, a parte de la nueva doctrina norteamericana respecto al uso potencial de su armamento, será Irán. Qué hacer con Irán, si adoptamos sanciones de verdad o no, si se ataca preventivamente sus instalaciones o se sigue esperando. Esta reunión es mucho más importante y seria de lo que parece. Habrá que seguirla con atención.
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