Sid Vicious y el resto de compañeros del movimiento punk deben estar retorciéndose de gusto en sus tumbas, porque ayer algunos de sus herederos organizaron en Londres una revuelta y asalto a la sede del partido conservador que parecía todo un ejercicio de anarquía y vandalismo típico de los punkis. Cristales rotos, mobiliario destrozado, objetos arrojados desde las azoteas e incluso alguna hoguera en el tejado para calentarse y dar a todo el espectáculo una apariencia de escena de el señor de las moscas, de William Golding, con los salvajes reunidos en torno al fuego purificador.
Los incidentes fueron el triste final de una manifestación de estudiantes que protestaban por el aumento de las tasas universitarias que ha impuesto el gobierno de David Cameron, dentro de su macroplán de ajuste. Esto, esa medida y al protesta, es lo interesante, y no la actitud de los vándalos. Nuevamente nos encontramos ante el dilema que tiene no el gobierno, sino la sociedad en su conjunto, para decidir donde se gasta sus cada vez más exiguos recursos. ¿Son o no son las matrículas de la Universidad pública demasiado baratas respecto a los costes de esa enseñanza? ¿Cuál debiera ser su precio justo? Entendiendo como justo aquel que no sea tan irrisorio como para que nadie lo valore ni tan elevado que no establezca distinción entre la Universidad pública y la privada. Una posible vía de solución es poner un precio alto y a la vez establecer un potente programa de becas que permita que los estudiantes de familias de rentas bajas realmente paguen menos, y los de las rentas altas sufraguen el coste real, así cada uno podría contribuir al estudio en base a su renta real. Pero una pega de este sistema es que si el estudiante de renta alta no encuentra esa diferencia antes comentada entre el precio público y el privado probablemente acabe optando por la enseñanza privada, y poco a poco la Universidad pública se convertirá en el destino de las rentas bajas, dotadas de pocos recursos y menso contactos de cara a una futura carrera laboral, y el problema de financiar los estudios seguiría creciendo para las arcas del gobierno. Como yo pienso que la sanidad y la educación son los pilares de la sociedad activa (pensiones y subsidios lo son de la pasiva, pero sin activos mal vamos) opino que el gobierno debe esforzarse económicamente en dotar de recursos y medios a la universidad pública para que sea atractiva, competitiva con la privada, y que genere demanda entre las clases bajas y altas. Ello implica centrar los esfuerzos, y en casos como el español proceder al cierre de algunas facultades creadas en los últimos años con el objeto de que se pueda estudiar económicas en cada provincia, cosa que no tiene sentido. La dispersión va en contra de la excelencia y a la larga es mala para todos. El programa de precios altos y becas, combinado con el esfuerzo inversor en profesorado, medios y programas de investigación me parece que es la única vía para que la universidad pueda tener futuro a largo plazo. ¿Y de donde sacamos los recursos? Pues lo de siempre, si lo doy a algo lo saco de otro lado. Debemos establecer que es lo prioritario y que es lo secundario, gastarnos los recursos en lo prioritario y dejar de hacerlo en lo secundario. Sino, corremos el riesgo de no hacer ni lo uno ni lo otro.
En todo caso el problema es complicado, y las protestas de ayer por la Universidad, de mañana por las pensiones y de pasado por la sanidad, no son sino un síntoma del serio malestar que se está incubando en nuestras sociedades ante la crisis que no cesa, sino que se agudiza en medio de la parálisis global, y los manifestantes de ayer expresaban una preocupación legítima, hasta que llegaron los de la hoguera en las azoteas y les reventaron la protesta, y es que esos vándalos no tienen futuro universitario, porque como dice el clásico, lo que la naturaleza no da, Salamanca no presta.
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