Ayer el protagonismo en Estados Unidos por la mañana correspondía a Obama, pero por la tarde era Bernanke, el Presidente de la Reserva Federal, el que acaparaba todas las miradas. Debía decidir si daba inicio a una nueva ronda de estímulo monetario, conocida con el oscuro acróstico de QE2, y que no deja de ser una forma sofisticada de darle a la imprenta de los dólares para poner más en el mercado y así tratar de reavivar la economía mediante una expansión monetaria de libro. Al final se decidió tirar para adelante por un total de 900.000 millones de dólares. Sí, a mi también me perece una cifra mareante….
Y ahora vienen las preguntas. ¿Es útil esta medida? ¿Conseguirá reactivar la economía americana? ¿O no servirá para nada más que aumentar el atesoramiento de la liquidez de los agentes financieros? Con unos tipos de interés a 0 como los actuales, ¿no es esto una admisión de la trampa de liquidez que vivimos y de la incapacidad de las autoridades monetarias por hacer su trabajo de manera “normal”? ¿Permitirá que los bancos puedan prestar dinero o se quedará en sus balances para seguir saneándolos de las hipotecas basura que allí siguen? ¿Y la inflación? Dado que estas medidas expansionistas son muy inflacionarias ¿Desatará todo esto un proceso de alza de precios que, una vez puesto en marcha, sea muy difícil de frenar? ¿Luchar contra la temida deflación puede llevarnos a la hiperinflación? ¿No viola esta política expansiva la tradición y el criterio antiinflacionista que rige los mandatos de los bancos centrales en todo el mundo? ¿No destruye las expectativas que los agentes se han hecho a lo largo de los años sobre su trayectoria? ¿Acaso sirven de algo las propias expectativas? Y los efectos internacionales. ¿No es lo ayer sino una devaluación encubierta del dólar? ¿y de paso, una revaluación del resto de monedas? Si esta medida favorece las exportaciones de los Estados Unidos al resto de países, ¿no son esos otros países perjudicados indirectamente por una intervención en el mercado de divisas muy poco rigurosa y ortodoxa? ¿Y si el resto actúa igual y nos enzarzamos en una carrera de devaluaciones proteccionistas? ¿Y qué opinan los chinos de esto? ¿Van a dejar que la competitividad de sus productos se reduzca con esta devaluación? ¿Qué pensarán al ver cómo sus carteras públicas, repletas de bonos norteamericanos, se van a devaluar al caer el valor de la moneda en l que están escriturados? Y con un dólar menguante, cómo afrontaremos el alza en el valor nominal de las materias primas como el petróleo, oro y muchas otras que cotizan en dólares? ¿Y cómo vemos esto los europeos? ¿Va a hacer algo similar el BCE? ¿Subirá tipos, bajará o se quedará mirando? ¿Cómo vamos a exportar fuera de la Unión con un euro que se revaloriza a toda prisa ante un dólar menguante? ¿Cómo Alemania, la segunda economía exportadora del mundo, podrá seguir siéndolo con una moneda tan cara? ¿Y España? ¿Cómo le afecta esta medida? ¿Somos meros espectadores y sufridores de sus consecuencias? ¿Nos viene mejor un euro fuerte o débil? ¿Cómo afectará a la venta de nuestra deuda pública? ¿Servirá para mejorar la situación del empleo, tras los malos datos de octubre conocidos ayer, o dará igual?
Ante tantas preguntas, y hay muchas más posibles, estarán desorientados y necesitados de una brújula. Pues yo y el resto de la profesión económica, también, La decisión de la FED es de una complejidad tal y posee unas implicaciones tan profundas y ramificadas que hay opiniones para todos los gustos, por parte de mentes muy lúcidas, que la califican desde ejercicio de valentía hasta suicidio. Consulten los medios y verán muchas respuestas y muy distintas a cada pregunta, síntoma de que, en el fondo, no sabemos muy bien lo que pasa y no tenemos ni idea de cómo salir de este agujero. Quizás esta asunción de desconocimiento sea el primer paso. Parafraseando al Obama de ayer, la crisis nos ha dado una paliza a los economistas.
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