A un mes de la Navidad nadie sabe cómo va a evolucionar la crisis que vivimos, pero me atrevería a afirmar que hay una cosa en la que todos, usted, yo y cualquier ciudadano, estamos de acuerdo. Nos subirán los impuestos. Pase lo que pase aumentarán las tasas de la basura, precios públicos, tramos del IRPF, IBIs y demás. ¿Cómo afectan los impuestos a nuestras vidas? ¿Determinan nuestro comportamiento económico? ¿Somos conscientes de lo que pagamos, de que manera lo hacemos y para qué se usa? ¿Pagamos mucho o poco?
Estas son preguntas tan vidriosas como las relativas al sexo, y como tales las respuestas deben tratarse con cuidado, pero por primera vez el CIS ha hecho una encuesta al respecto, y los resultados son interesantes. Hay muchas cifras, pero entre todas ellas tres me parecen las más reveladora. Una era de esperar, y es que más de la mitad de los encuestados, el 54,2% exactamente, piensa que paga demasiados impuestos. A mi me ha parecido un porcentaje escaso, dado lo quejitas que somos, y es curioso que poco menos de la mitad de la población piense que no paga demasiado, quizás porque no es consciente de lo que es realmente un impuesto. Pensamos en la renta y en las tasas del Ayuntamiento cuando nos hablan de tributos, pero no olvidemos que el IVA sobre el consumo es un inmenso impuesto, y el gravamen del alcohol, tabaco y gasolinas, y hay otras fuentes más sibilinas, como la lotería y los juegos de azar. Sí, la lotería son impuestos voluntarios, aunque no nos lo parezca. Las otras dos cifras están vinculadas y creo que son el meollo del asunto impositivo. Nada menos que un 78,3% opina que los impuestos no se pagan con justicia, de tal manera que quien más tiene menos paga y viceversa. Que cuatro de cada cinco encuestados vea injusto el sistema es grave, y está basado en la correcta percepción de que las clases medias asalariadas, como es mi caso, son las que soportamos los impuestos directos en su mayoría, mientras que los profesionales liberales, empresas y grandes o pequeñas fortunas evaden, legalmente o no, el pago de lo que les debiera corresponder. El único impuesto justo es el IVA, entendiendo justo como que todo el mundo lo paga porque compra cosas, aunque como figura que grava el consumo es sabido que es regresivo sobre la renta. Todo esto se vincula con el fraude fiscal. Un porcentaje aún mayor, el 85%, vamos, todo el mundo, opina que existen mucho o bastante fraude fiscal, y más de la mitad cree que no se hacen los sufrientes esfuerzos para perseguirlo. El fraude fiscal no es sólo un delito, sino algo inmoral. No pagar y hacer uso de los servicios públicos no es sólo no contribuir con el resto de los ciudadanos, es robarles. El problema es que en España el fraude fiscal sigue siendo un delito consentido porque no se ve realmente como un delito. Lo lógico sería pensar que si sabemos que alguien defrauda nos enfademos con él y denunciemos a las autoridades su fallo. Pues bien, pese a que se ha reducido ese sentimiento, seguimos mirando con envidia a quien evita pagar impuestos, y está muy extendida la percepción de que ese sí que es “listo” mientras que el que los paga es un “pringao”. De hecho se aspira a dejar de ser “pringao” y, como los documentales de la 2, que todo el mundo afirma ver pero que nadie mira, todos vendemos que somos contribuyentes y por debajo tratamos de eludir el pago.
¿Por qué en otros países existe un sentimiento de delito fiscal tan fuerte mientras que aquí permanece la idea de que no pagar es lo correcto? Difícil de explicar. Puede que ello esté muy relacionado con que, a lo largo de la historia, los gobiernos en España han sacado todo lo posible a sus ciudadanos para derrocharlo entre las élites, y ha sido la picaresca la que ha permitido al pueblo sobrevivir a los recaudadores, como bien cuenta el Lazarillo de Tormes. Sólo en los últimos años vemos el fruto de nuestro pago, en forma de hospitales y otros servicios, pero aún así casi la mitad cree que paga mucho en comparación con lo que recibe. ¿Y usted? ¿Cómo lo ve? ¿Cómo lo sobrelleva?
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