Ayer fue un día horroroso, en el que todo eran malas noticias. Era uno de esos en los que mejor nos hubiera ido a todos si nos hubiésemos quedado en la cama sin hacer nada, pensando en las musarañas….. pobres musarañas, habrían acabado mal. La bolsa se pegó otro castañazo por la debilidad del tesoro español y por el miedo generalizado a la insolvencia de la periferia del euro, de la que somos una pieza clave, y por si todo eso fuese poco, Corea del Norte decidió liarla en una isla pegada a la frontera de Corea del Sur, echando unos cohetes y matando a dos soldados surcoreanos. Idílico, verdad?
Analizar el porqué Corea del Norte decide ahora hacer algo así es una tarea muy compleja, porque realmente nadie sabe que sucede en el interior de ese país-cárcel ni en las desquiciadas mentes de sus mandatarios. Ambas Coreas se acusan de haberse amenazado previamente, en lo que parece un incidente más de la cadena de los muchos que han sucedido en esa frontera desde los años cincuenta, en los que se acabó la guerra pero no se alcanzó ningún acuerdo de paz. Este altercado es grave, porque hay dos muertos, y destrucción de infraestructuras civiles, y Corea del Norte ha mostrado algo de su capacidad balística, juguetes de muy corto alcance, pero que ciertamente funcionan. Lo más probable es que todo acabe enjuagado en duras declaraciones diplomáticas expresadas a cara de perro y poco más, pero que el asunto es grave no lo niega nadie. Los hay que relacionan esto con la reciente nominación del hijo del dictador Kim Il Sun como nuevo líder, y este sería una especie de golpe de fuerza del ejército para demostrarle al patrón sus capacidades y que le permita realizar sus primeros “juegos de guerra”. También se puede interpretar como un juego de fuerza en el marco de las negociaciones que mantiene con Corea del Sur, en el marco puesto por EEUU, Rusia y China, jugando una especie de farol del tipo “si no me dais lo que pido ya veis lo que soy capaz de hacer” en una jugada de órdago de mus pero con cartas. En ese juego Corea del Sur no desea la guerra bajo ningún aspecto, porque supondría su ruina económica, uy siendo como es un país desarrollado tiene mucho más que perder que el mísero vecino del norte. Este, por su parte, no puede dejar de envidiar la prosperidad que se vive en Seúl y alrededores, y pese a su doctrina belicista debe saber que, de seguir el estatus quo actual, el vecino rico ganará al pobre a largo plazo. Y tampoco podemos separar todos estos incidentes de la noticia publicada hace dos días en la que se revelaba la existencia de una planta de enriquecimiento de Uranio en la central norcoreana de Yongbyong, con el evidente fin de proporcionar material para bombas nucleares. Hasta ahora sabíamos que los colgados del Norte tenían la bomba atómica, aunque no éramos capaces de precisar de cuantas dispondrían. Esta noticia abre la puerta a que puedan fabricar varias, muchas en todo caso, sin tener que recurrir a la importación de material nuclear, que puede ser controlado y seguido por el espionaje de otros países, al menos en teoría. Así, la amenaza potencial de Corea del Norte ha subido un nuevo peldaño.
Y es que, no nos engañemos, es la posesión de la bomba atómica lo que permite al asesino régimen del Norte seguir en el poder. Todos sus vecinos le tienen miedo porque están a tiro de sus misiles y del potencial hongo nuclear. Así de crudo. Y por eso la comunidad internacional mima con tanto cuidado a ese país, por puro miedo. La lección, que países como Irán han aprendido, es que hacerse con la bomba da estatus respetable en el mundo (al menos acojona, que equivale) y permite hacer bravuconadas como las de ayer con un riesgo potencialmente escaso. Así de complejo y oscuro es el juego que se practica en la península de Corea.
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