Ahora mismo, 7:52, se está llevando a cabo el recuento de las elecciones de mitad de mandato en Estados Unidos, las llamadas “mid term elections” y por lo que se sabe parece que no va a haber sorpresas y la derrota de Obama es clara. Los republicanos vuelven a tomar el control de la Cámara de Representantes y algunos Estados, aunque parece que el Senado seguiría siendo demócrata. Como hoy verán y leerán muchos análisis sesudos y profesionales sobre este resultado y sus consecuencias no voy a hacer yo el mío, que poca novedad podría aportarles.
Donde me quiero centrar es en el curioso, y grandioso me atrevería a decir, sistema de representación del voto en Estados Unidos. Es una república presidencialista, en la que el presidente es elegido directamente por los votos, cosa que aquí no ocurre, ya que se elige entre los miembros de la cámara. Este voto directo da al presidente un poder y legitimidad muy grande, lo que le permite legislar directamente y vetar propuestas del parlamento si así lo cree conveniente. Como en otros países, existen dos cámaras, pero en este caso cada una de ellas posee un poder muy similar. La Cámara de Representantes es la expresión directa de la elección popular, se escoge de manera proporcional a la población y cada dos años, dos, se renueva por completo. Tanto en las presidenciales como en estas de mitad de mandato se vuelve a elegir toda la cámara, por lo que es muy habitual que funcione como expresión de castigo del votante hacia el presidente, cosa que le ha pasado hoy a Obama y en el pasado a casi todos los presidentes. También esto provoca que esta cámara pueda reflejar de manera muy rápida los cambios que se producen en la sociedad. Es, a mi entender, el corazón del sistema americano. Luego está el senado, que es la cámara de representación territorial. Elegida por voto directo de los ciudadanos, se compone de cien senadores, dos por cada estado de la unión, con un mandato de seis años. En cada elección, que se produce cada dos años, se renueva un tercio del senado y las bajas que haya habido (fallecimiento, abandono de puesto, etc) Esta cámara no es algo secundario, ni un adorno caro y pomposo como sucede en España, ya que legislativamente tiene un peso equivalente al de la Cámara de Representantes. Si aquella es reflejo inmediato de la sociedad, el Senado se renueva a mucha menor velocidad y tiene una inercia que, en teoría, representa el largo plazo en la política americana. De la interacción de las dos cámaras, de esas distintas pulsiones y visión del tiempo, y de la agenda presidencial surgen las leyes y, como veremos a partir de hoy, la necesidad de establecer consensos entre la presidencia de un color, demócrata en este caso, y el congreso dividido, al parecer los representantes en manos republicanas y el senado en poder demócrata. A todo esto se une que los elegidos en ambas cámaras lo son por representación directa de electores de su territorio, mediante listas abiertas, y a él se deben, que las elecciones siempre se celebran el mismo día, el segundo martes después del primer lunes de Noviembre de años alternos, y que le mandato presidencial se limita a un máximo de dos elecciones y ya tienen los ingredientes para un sistema de gobierno de lo más completo que se haya inventado.
Y es que esta secuencia asincrónica entre la renovación de las cámaras y la elección presidencial hace muy complicado que todo el poder esté en algún momento en manos de un único grupo y persona, y que de llegarse a ese punto en dos años se podría frenar. Y todo esto se les ocurrió hace más de dos siglos a unos visionarios llamados Jefferson, Washington, Franklin, etc, que, asustados por el absolutismo europeo del que huían, trataron de crear una república que tuviese el poder lo más equilibrado posible. Sin olvidar los muchos y graves fallos que deja el día a día de la política norteamericana, no me dirán que es para admirar a aquellos pioneros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario