Dos han sido las noticias más relevantes de este puente, para los pocos que lo hemos disfrutado, claro. Una es el frío de Noviembre, lo más normal del mundo, pero que como no llegaba su irrupción ha sido más brusca de lo habitual. Frío, lluvia, viento y enormes olas que han causado destrozos pero que han dejado imágenes bellas y espectaculares a lo largo de todo el cantábrico, ideales para verlas en una tarde de otoño y luego irse a tomar algo caliente para recuperar la sensación de que las piernas y las manos existen.
La otra noticia, mucho más seria, ha tenido lugar en el Sahara Occidental, la antigua colonia española. Tras varios días de acampada de protesta por parte de los activistas polisarios a las afueras de El Aaiún, la capital de la región, el ejército marroquí decidió disolver el asentamiento por la fuerza, y después de un cerrojo informativo que no tiene nada que envidiar al de otras dictaduras con más fama de crueldad y terror, aún se duda de cual ha sido el balance de la actuación marroquí. Cada parte cuenta muertos, y se los atribuye a sí mismos, causados por los de enfrente. Es fácil suponer que serán más los muertos polisarios que los marroquíes dada la desproporción entre los medios militares de unos y de otros. Antes de que este ataque tuviese lugar tuvimos u calentamiento previo a base de declaraciones de dirigentes de Marruecos y de hostigamiento a los medios de comunicación que estaban presentes en al zona, especialmente a los españoles, para que se largasen de allí y dejaran el campo libre de testigos, táctica muy clásica de las dictaduras, siempre incómodas con la prensa y la libertad de información. Ante la gravedad de los hechos ¿Cuál ha sido la reacción de eso que llamamos comunidad internacional? Ninguna, probablemente ni se haya enterado de que ha pasado algo en no se sabe donde. ¿Y del gobierno español? Pues bastante similar. Tras dos días de incidentes lo único que henos oído a los portavoces del Ministerio de Exteriores es pedir prudencia y contención. Salvando las distancias que existen, hemos visto escenas de propias de la Intifada palestina y de la respuesta que suele darle el ejército de Israel. Ante ese conflicto cuáles suelen ser las reacciones lógicas de España? Indignación popular en las calles, cosa que en el caso marroquí se ha dado, y condena dura y tajante del gobierno, que contrasta con el silencio actual ¿Por qué ese cobarde y cómplice silencio? Porque, por decirlo a las claras, Marruecos nos tiene pillados por nuestras partes. Además de los intereses económicos en forma de cuotas de pesca y negocios inmobiliarios, si el gobierno de España condena la condenable actitud de Marruecos al día siguiente a lo mejor hay un montón de pateras con cadáveres en la costa de Granda, o puede que un grupo “aislado y sin el apoyo de nadie” decida asaltar la valla del perímetro de Ceuta y Melilla, o que algún islamista que Maruecos controla en sus cárceles escape de ellas de manera “sorpresiva”. Seamos sinceros, tenemos un problema entre lo que la moral nos pide que hagamos (condenar) y lo que los intereses y el miedo fruto de nuestra posición nos aconsejan (callarnos). Al final gana el pragmatismo y nos callamos como meretrices, para no llamarnos otra cosa, pero no deja de ser humillante. Es una manera de reconocer nuestra debilidad, inmensa y profunda debilidad.
En el Ministerio en el que trabajo, al lado de la cafetería, hay una mesa que solemos llamar “la del Sahara” porque día sí y día también tiene alguna fotocopia encima sobre el tema, casi siempre denunciando el acoso de Marruecos al Polisario y exigiendo la autodeterminación de la región. Esa mesa es una muestra del complejo de culpa que España tiene por el abandono que sufre aquella gente, que fueron nuestra colonia, y sospecho que esta semana será esa mesa el lugar donde se manifieste la protesta y la queja de la sociedad española ante lo que sucede en aquel desierto, pero no pasará de ahí. Esa mesa seguirá donde está, en la planta menos uno del edificio.
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