Cuando hablamos de Irlanda, Grecia y la deuda pensamos únicamente en lo que debe el gobierno central, o en todo caso los bancos. Pero el mal de la deuda excesiva está por todas partes. En el mundo privado, empresas y particulares estamos sobreendeudados (ese es de hecho el auténtico mal español, lo que nos diferencia) y en el plano público, aunque menos que en otros países, todas las administraciones tiene deudas más o menos graves. Sabemos la del Gobierno Central, sospechamos de las Autonomías, pero desconocemos, y nos da miedo, lo que se esconde en nuestros ayuntamientos.
Pongamos que hablo de Madrid. Se estima en algo menos de 30.000 millones de euros la deuda de los ayuntamientos españoles, de la que cerca de una cuarta parte, 7.000 millones, corresponde al consistorio de la capital. Desde hace tiempo el equipo de Gallardón trata de hacer malabarismos para conseguir cuadrar sus cifras, pero la realidad es tozuda y se lo impide. Ha subido los impuestos, con aumentos del IBI y de la tasa de la basura superiores al 10% año a año, y esos los conozco porque los pago. Las multas de aparcamiento y otros precios públicos han debido crecer también, por lo que se dice por ahí, pero aún así el Ayuntamiento hace tiempo que no paga a algunos proveedores y subcontratas. Las empresas de la limpieza denuncian que no cobran desde hace meses y que pagan a sus empleados con créditos bancarios, cada vez más caros y difíciles de obtener. Como la cosa pinta fea, Gallardón solicitó reunirse con Zapatero para lograr un compromiso del Gobierno Central para permitirle refinanciar la deuda y obtener liquidez para el inicio del año que viene, ya que se rumorea que son necesarios unos 200 millones de euros para pagos a efectuar en Enero de los que no se dispone. El resultado de la reunión fue el esperado. ZP se negó a que el Ayuntamiento se reendeudase para pagar lo que debe, porque más o menos es lo que se le está imponiendo a ZP desde Bruselas. Tras este encuentro, la culminación de disputas privadas y públicas entre los dos dirigentes, como la que tuvo lugar en el desfile del 12 de Octubre, Gallardón ha salido acusando al Gobierno Central de asfixiar a Madrid y querer provocar su ruina. Cierto es que si Madrid se declara insolvente y Gallardón es asediado por quejas y manifestaciones en Moncloa nadie va a llorar de pena, incluso lo verían como algo gozoso, pero el problema político aquí es una derivada menor, una chiquillada entre dirigentes: Lo grave es la posibilidad real de quiebra del Ayuntamiento, que empiezo a sospechar es posible vista la cara de susto que se le ha quedado al alcalde, que quizás esté jugando de farol, o no. También debe saber Gallardón que si su situación financiera es mala la del gobierno no es mejor, y que ambos tienen en sus manos la papeleta de cómo financiarse en un mundo sin recursos y con muchas presiones. Eso del “sálvese quien pueda” que se decía podía suceder en la cumbre del G20, rememorando riesgos de épocas pasadas, empieza a suceder en el tejido administrativo español. Unos ya no pueden respaldar a otros y otros no encontrarán socorro en terceros. La idea de Esperanza Aguirre de que el Ayuntamiento venda propiedades para pagar sus deudas es plausible, pero en una época de precios inmobiliarios a la baja, y más que caerán, no sirve como solución del problema. Aguirre también disfruta de los dolores de Gallardón, pero en breve le tocará a ella misma, no tenga dudas
Una de las consecuencias más visibles del impago a las empresas de la limpieza es que este año no se recogen las hojas del otoño de las calles. Se caen y se quedan hasta que el viento o la lluvia se las lleva, lo que otorga a la ciudad un aire melancólico bello, si me apuran. Pero digo esto por poner un tono poético en algo que es bastante serio. Otros ayuntamientos ya han quebrado, pero si lo hace el de Madrid la cosa puede ponerse muy fea. Al final va a tener razón mi amigo DCM y la corazonada olímpica de Gallardón va a acabar siendo una taquicardia para él y todos los habitantes de esta ciudad.
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