Pues sí que ha sido una semana para olvidar en el sector aéreo. Empezamos el pasado viernes con la detección de artefactos explosivos en vuelos de carga, y el consiguiente miedo a la clásica retórica de la necesidad de aumentar las medidas de seguridad. Ayer fue un Airbus 380 el que tuvo un “serio incidente” y llenó las portadas, y esta mañana me levanto y resulta que de noche se han estrellado dos aviones, uno en Cuba y otro en Pakistán, con un balance de 68 y 22 muertos respectivamente. Qué desastre de semana.
Es el caso del Airbus 380 del que tenía pensado escribir cuando veía hace unos minutos en la tele las imágenes del fuego en una parte de Cuba, procedentes de otro avión. Ese Serio incidente, expresión retórica para no decir accidente aéreo, provocó ayer la paralización de los vuelos de este modelo por parte de las compañías que lo poseen, que no son muchas dado que hace pocos meses que se entregaron los primeros pedidos. El A380 es el mayor avión del mundo, un mastodonte del que no soy capaz de hacerme idea sobre sus dimensiones, que es el fruto de varios años de esfuerzo y colaboración de la industria aeroespacial europea, de miles de empresas, grandes y pequeñas, y de miles y miles de profesionales de los más variados ámbitos, todo ello financiado en parte con fondos públicos, y que es uno de los éxitos de la integración europea. Viendo ayer las imágenes, que mostraban el aparto en la pista del aeropuerto de Singapur con el careando de uno de los motores caídos me supongo que en EADS, el consorcio que lidera su construcción, debían estar muy enfadados, mientras que en Boeing, la competencia norteamericana, se debió brindar con champán, y con poco disimulo dada la ausencia de víctimas del accidente. Como en todo fallo aéreo ahora toca investigar que es lo que ha sucedido, algo que suele ser muy difícil. Los aviones son una de las máquinas más complejas que existen, con miles de componentes y estructuras en un estado de simbiosis que se ve alterado en un momento y se provoca el accidente. Determinar la secuencia de acontecimientos que han llevado hasta el fallo puede costar mucho tiempo, esfuerzos y, como no, dinero. En este caso el fallo ha sido de uno de los cuatro motores, fabricados por Rolls Royce. Puede haberse roto un álabe de la turbina, o soltarse alguna otra pieza interna, y que el giro frenético del motor haya convertido a esa pieza en una pequeña bomba que lo haya destruido. Tampoco se puede descartar que algo externo, un ave, o cualquier otra cosa, haya logrado penetrar hasta el motor en el vuelo y haya provocado los daños. En todo caso el motor falló, pero no llegó a explotar, ni se produjo destrozo en el fuselaje del aparato ni, por tanto, se crearon problemas insalvables. Se hizo un aterrizaje de emergencia porque el fallo de un motor es un asunto serio, y se necesita apagarlo y enfriarlo para que la avería, desconocida, no degenere en algo más grave, pero lo cierto es que no estamos ante un desastre ni nada por el estilo. Evidentemente para el pasaje que iba a bordo el susto ha debido ser de los gordos, mayor aún dada la confianza que uno le otorga a un modelo de avión nuevo y líder en todas las categorías, pero finalmente pueden verlo y contarlo todo desde el salón de sus casas.
Para contrarrestar la imagen que supone el accidente para la compañía, la prensa, y la propia Airbus, publican en su web el contrato firmado ayer con el gobierno chino para la compra de 102 unidades de distintos modelos de la marca. Lo de ayer también fue una batalla de imagen entre las dos compañías que mandan en el mercado aéreo civil, y la bolsa también fue el reflejo del accidente, con una bajada de EADS de cerca del 4%. Ahora toca investigar, depurar responsabilidades y procurar que lo que ha fallado esta vez no vuelva a suceder.
El Martes 9 es fiesta en Madrid ciudad. Me cojo puente, así que, en principio, hasta el Miércoles 10.
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