Gestionar la información en una crisis es uno de los aspectos más complejos e importantes que uno pueda imaginar. En el 11M de hace siete años vimos un gran ejemplo de gestión desastrosa, y de horribles consecuencias para el conjunto del país y para quien, en esos momentos, detentaba esa responsabilidad concreta. En el caso de la central de Fukushima no se puede decir si la gestión es correcta o no, pero lo cierto es que no tenemos muy claro qué es lo que allí sucede, y eso es muestra de falta de información. Las causas pueden ser múltiples.
Radio, prensa, televisión, Internet…. Los medios se están volcando en seguir al minuto lo que sucede en esos edifico que, para gran parte del mundo, ya son familiares. Y sin embargo es realmente difícil saber hasta que punto la crisis que vivimos es tan grave como parece. La causa obvia es que el problema, nuclear, en sí mismo, es complejo, y realmente cuesta mucho determinar el estado real en el que se encuentran los reactores. Para determinar hasta que punto es grave la cosa bastaría con saber si las vasijas de contención de los reactores se han fisurado y si las piscinas donde se almacena el combustible usado se mantienen estables. Pero eso sólo lo saben los héroes, o suicidas, que ahora tratan de refrigerar todo el complejo. Sin verlo no hay manera real de saberlo, y esos equipos supongo que se lo habrán contado al gobierno japonés, que es quién suministra la información a todo el mundo, y que se enfrenta a versiones contrapuestas. Japón lanza continuamente mensajes del tipo “esto es serio, pero está bajo control” mientras que el resto de gobiernos, especialmente los de la Unión Europea y, desde ayer por la tarde, EEUU, opinan que la cosas se han descontrolado y que existe riesgo de catástrofe global. El ciudadano que en su casa pone la tele, y que por lo general no tiene ni idea de cómo funciona una central nuclear, asiste a este curioso espectáculo, aderezado con gráficos y esquemas de algo que le es tan ajeno como el sueldo de los directivos bancarios. Ve expertos entrevistados, que afirman que la cosa es muy gorda y que no lo es tanto, y observa las caras de periodistas y tertulianos, que expresan un “no tengo ni idea de esto y se me nota” y las dudas le asaltan. Es lógico que el gobierno afectado trate de reducir la escala del problema para que el pánico asociado al fenómeno nuclear no se extienda por el país y genere efectos mucho peores de lo que la propia radiación sería capaz, pero ¿miente el gobierno japonés o miente la Unión Europea? ¿Las declaraciones de Francia, las más alarmistas, son reales o una mera campaña de intoxicación? Recordemos que Areva es el consorcio francés de desarrollo de energía nuclear, y que ve como reactores desarrollados por General Electric, su principal competidor, están sometidos a la crisis total ¿oportunidad de mercado a la vista?. Lo cierto es que a medida que pasa el tiempo y uno lee la sensación de desconcierto aumenta, y eso en sí mismo no es bueno.
¿Qué opino yo? Que Japón no está contando toda la verdad, en un intento de tranquilizar a un país devastado por el terremoto y el tsunami, y que la central se encuentra descontrolada. Los intentos de enfriarla con agua tirada desde helicópteros fracasaron ayer, vuelve a hacerse hoy, pero no impedirán la emisión de partículas contaminantes por parte de unos reactores parcialmente fundidos y unas vasijas de contención que sí dejan escapar parte de su contenido. Pero no se como puede acabar esta historia, ni cuando. Este artículo explica claramente los escenarios posibles a los que nos enfrentamos, pero la situación es muy confusa, sepa usted de este asunto o le suene a chino… japonés.
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