Seguimos inmersos en la guerra civil libia, y aún no sabemos cómo acabará. Las declaraciones payasas de Gaddafi cada vez parecen más alejadas de la realidad pero, ante la ausencia de intervención extranjera, lo que allí suceda está en manos de los que se enfrentan en las calles. En medio de la revuelta, se ha extendido el discurso en occidente de que hemos sido miopes ante lo que sucedía en el Magreb, y que colaborar con regímenes dictatoriales es un grave error que hemos cometido, y que no debemos volver a repetir. Bonitas palabras, sí, pero, ¿son ciertas? ¿No lo vamos a volver a hacer?
En estos dos últimos días hemos tenido una muestra muy cercana de que, pese a los discursos, siguen primando los intereses, hasta donde podamos tragar, por así decirlo. Me explico. El fin de semana el Rey estuvo en Kuwait celebrando el veinte aniversario de la finalización de la primera guerra del golfo. Ayer Zapatero comenzó su gira por países árabes, especialmente en el golfo pérsico, y firmo algunos acuerdos de ayuda financiera en Qatar por cerca de tres mil millones de euros. Hoy está en Abu Dabhi, capital de los Emiratos Árabes Unidos, donde se pretenden firmar acuerdos similares. Y mañana irá a Túnez, donde no está claro quien le va a recibir dada la situación del país. Bien, ¿qué tienen en común todos los países del golfo? Obvio, que están repletos de petróleo y recursos financieros. También, vaya, son dictaduras teocráticas, en las que los derechos humanos están ausentes y las libertades son tan fantasiosas como el diseño de sus rascacielos. Sin embargo nos da igual firmar acuerdos financieros con ellos, porque “esos países no son Libia”. Curiosamente hasta hace tres meses Libia tampoco era la Libia que es ahora, y teníamos igualmente firmados con ella acuerdos económicos y estratégicos muy importantes, la mayor parte de ellos ahora no son más que papel mojado, o mejor dicho, papel quemado en las revueltas. ¿Quién nos dice que no puede haber una revuelta en Qatar en un mes que tire al gobierno del emirato y llene los telediarios de imágenes como las que ahora vemos en Libia? Y si eso se produjera, ¿sería Qatar como Libia? La primera conclusión de todo esto es que, de mientras se pueda sacar beneficio económico, el régimen con el que firmemos nos da igual, sea dictadura, dictablanda o mediopensionista. Sin embargo a veces las dictaduras aceleran su carácter represivo y la cosa se complica. Empezamos a ver imágenes en televisión de disturbios, revueltas, muertos, noticias de ataques contar civiles, represión, cosas feas… y nos sentimos incómodos. Ante eso los gobiernos occidentales tiran de manual y tratan de apagar el fuego de sus opiniones públicas para que los acuerdos económicos, lo más importante, no se vayan al traste. Se habla con el dictador de turno para que sea “comprensivo” o “escuche la voz de su pueblo” o expresiones similares, todas ellas falsas y vacías. A veces la dictadura, que no es tonta, se espabila y abre la mano lo justo como para que las protestas se aplaquen y ya no abran los informativos occidentales, y vuelta a la rutina represiva de todos los días. Sin embargo, si la revuelta se descontrola, o el régimen enseña mucho los dientes, la cosa se pone fea y, poco a poco, los gobiernos occidentales abandonan el barco del dictador, y este se ve abocado a su final.
Esto es lo que vemos con Libia. Hace dos semanas Europa, la triste, cobarde y vecina Europa, seguía diciendo que no deseaba que hubiera injerencias internas en el proceso libio, cuando Gaddafi mataba libremente en las calles de Trípoli. ¿Cuál es el número de muertos a partir del que un régimen “amigo” se convierte en “cruel y represor”? ¿Diez al día, veinte, cincuenta? No nos engañemos, nuestro nivel de vida depende de que esos sátrapas con los que firmamos acuerdos sigan en el poder, y quizás estas revueltas sirvan de paso para desenmascarar nuestra hipocresía, pero no para eliminarla. No sueñen con eso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario