En el fragor diario que vivimos últimamente hay noticias inmensas que pasan medio ocultas, como la que hoy les voy a comentar. Ayer por la noche se consumó la ruptura del llamado Baco Base, asociación formada por cuatro cajas de ahorro: CajasAstur, CajaCantabria, CajaExtremadura, pequeñas, y la CAM, grandota. A primera hora de la tarde la CAM aprobó en asamblea su integración en el Banco Base, pero ya se rumoreaba que las otras tres dirían que no, asustadas al ver los agujeros que se escondían en el fondo de la caja alicantina. Finalmente eso es lo que se produjo, el “Base” colapsó y la CAM se ha quedado a expensas de que el Banco de España la intervenga, trocee, subaste o decida qué hacer con ella.
Esta es una triste historia, especialmente para la CAM, pero muestra a las claras el panorama real al que nos enfrentamos en el sistema financiero español, convertido en un peligroso campo de minas que pueden estallar una vez que uno se decide a adentrarse en él. Lo que hace pocos años se consideraba el más estable de los sistemas del mundo, cuando en el resto de países la debacle era casi total, ahora muestra unas debilidades y carencias alarmantes, que han ido a peor en los últimos tiempos. Todos los paralelismos tienen sus defectos, pero al igual que se dice que el accidente nuclear de Fukushima es un Chernobil a cámara lenta, podemos decir que el deterioro de las cajas y bancos españoles es la réplica de la caída de los bancos americanos pero, como la central japonesa, poco a poco. Si la CAM es intervenida será la tercera de la lista, tras CCM y CajaSur, y sospecho que no será la última. Amparados en una ingenuidad rayana con el suicidio, directivos, medios de comunicación y políticos españoles han estado años con los ojos cerrados sin enterarse que el mundo en el que amasaron sus fortunas desapareció bajo sus pies, y de mientras tanto los reguladores, sospecho que aterrados, no han hecho nada. El Banco de España lleva dos años mareando la perdiz de las pérdidas no reconocidas, los balances ocultos y la necesidad de que las entidades afloren el crédito promotor y realicen de una vez una valoración real de los pisos y terrenos que poseen, pero no hay manera. Según las necesidades de capital que publico el Banco de España hace unas semanas, no el siglo pasado, el Banco Base no cumplía los requisitos de capital exigidos y debía pedir al FROB, dinero público, 1.447 millones de euros. Pues bien, ayer las cifras de ayuda que se manejaban como necesarias ascendían a 2.784 millones, el doble. Eso en unas semanas. Si hacemos un ejercicio similar con el conjunto de las necesidades que reflejaba el Banco de España en su informe, 15.000 millones, las cifras se duplican y se acercan ya bastante a los 40.000 millones que algunas de esas mal vistas agencias de calificación han ido soltando por ahí. ¿De quién es la culpa de este desvío? De los inspectores del Banco de España, que no hurgaron lo debido y no vieron el problema, de la CAM, que ocultó cifras para aparentar estar mejor, de el resto de socios del Banco Base, que sólo se echaron para atrás cuando vieron el pozo que no supieron anticipar al firmar el acuerdo inicial, y así podíamos seguir hasta donde ustedes quieran. Sí, lo de la CAM es la historia de un fracaso colectivo que muestra a las claras que se esconde detrás de la “desconfianza internacional” hacia nuestras entidades, de las rebajas de la calificación de la deuda y todas esas cosas que cada vez, qué pena, no suenan más conocidas.
Por sucesos como este se penaliza a todo el sistema financiero, se mantiene bloqueado el crédito y el mercado inmobiliario sigue su lento proceso de putrefacción. Hay entidades solventes? Rotundamente sí. Y también las hay que están quebradas, del todo. Publicítense las primeras, ciérrense las segundas, y dejémonos de marear la perdiz y auto engañarnos con las cifras. Seriedad, arrojo, valor y asunción de las responsabilidades de cada uno debieran ser las auténticas bases del proceso de reestructuración financiera. El resto, visto lo de ayer, es una pérdida de tiempo y recursos.
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