El Viernes lo pasé mal, muy mal, por algo que el común de los mortales considerará una trivialidad, algo estúpido e infantil, pero así es mi vida. Escribí mi artículo de todas las mañanas y me fui a Blogger a colgarlo, siguiendo el ritual que me he autoimpuesto desde hace años. Sin embargo no puede llevarlo a cabo. Entraba y la web me daba un mensaje diciendo que en aquel momento no era posible entrar en Blogger por problemas técnicos. Qué raro, pensaba. Bueno, ya se pasará, démosle unos minutos. Al rato la cosa seguía igual, empecé a trabajar de verdad y periódicamente consultaba esa web, que seguía impertérrita, sin resultado alguno.
Y empecé a preocuparme, porque pasaba ya bastante tiempo de la hora en la que habitualmente cuelgo mis posts, y no había manera de lograr acceder. A media mañana estaba ya muy nervioso, y como supondrán ninguno de mis compañeros de trabajo era capaz de entender porqué esto me ponía nervioso. Como a veces el sistema informático del lugar en el que trabajo sufre paradas misteriosas y fallos inexplicables empecé a pensar que todo podía ser debido a cuestiones de Proxy o similar, y llamé a algunos conocidos del “exterior” para que probasen a ver si a ellos les dejaba acceder. Pero no, al parecer el problema era serio, y no sólo hoy. Uno me comentó que le extrañó ver que mi última entrada colgada fuera la del miércoles 11, y yo sí puse la entrada del jueves, referida al terremoto de Lorca. ¿Qué diablos está pasando aquí? Pensaba, mientras tenía que seguir trabajando, haciendo un montón de cosas complejas y, en su mayor parte, inservibles, pero con la cabeza continuamente puesta en el blog, en mi afición, en mi obligación personal, pasada ya la media mañana de un viernes que se mostraba aciago. En torno al mediodía vi que tanto el mundo como el país mostraban noticias haciendo referencia a la caída de Blogger a nivel mundial por un problema derivado del mantenimiento que habían hecho días atrás. “Pues vaya, estamos todos fastidiados” así que desastre completo, consuelo para ninguno, y di por hecho que el Viernes no podría colgar el artículo, cosa que asumí plenamente cuando dejé la oficina cerca de las 17:00. Por primera vez desde hace cinco años, desde que me embarqué en esta emocionante aventura escribiente, iba a fallar, y un día laborable se iba a quedar sin su artículo. Suelo decir, recordando aquella escena inicial de “American Beauty” que este blog es lo mejor que hago en todo el día, y que de ahí en adelante sólo trabajo (por cierto, menos mal que la gente tiene mala memoria para recordar el contexto de ciertas escenas, como esa) Pues el Viernes pasado nada de nada, sólo trabajé, a ojos del exterior, y no pude publicar. Me fui triste a casa, sabiendo que la culpa no era mía, y que estas cosas pasan, qué todo se puede estropear alguna vez, que no hay nada infalible, pero con un fastidio y pena enorme, angustiado por constatar que un fallo tan tonto en algo que se supone que va a funcionar puede condicionar tanto nuestra vida, lo que hacemos y lo que no. Que vivimos dando por sentado que muchas cosas van a funcionar, pero si por lo que sea no lo hacen, nuestras vidas se derrumban, y algunas de nuestras creaciones, como estas letras, desaparecen.
Veo que Blogger ya ha recuperado la entrada borrada del jueves 12, por lo que justo antes de esta he incorporado la del Viernes 13 (fecha mala para los anglosajones) referida también al terremoto de Lorca, que aún no ha perdido su vigencia. Siento a los lectores que me siguen el haberles fallado la semana pasada, aunque son gajes de la técnica. Si ellos se sintieron extrañados al no ver el escrito y no estar avisados de la ausencia, piensen que yo lo estaba mucho más. Es lo que tiene este mundo virtual, que a veces lo es demasiado, tanto que desaparece cuando se apaga la luz o se fastidia una rutina.
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