Poco a poco nos vamos haciendo a la idea de las dimensiones del desastre acaecido en Lorca, y por los datos que se conocen la cifra de nueve muertos me parece milagrosamente baja. Hay variedad según sea la fuente consultada, pero ahora mismo la mitad del parque inmobiliario de la ciudad está tocado, desde los que amenazan derribo a los que presentan grietas superficiales o aparatosos desconchones que requerirán reconstruir pareces y alicatados, por no hablar de los cientos de vehículos que han sido aplastados o yacen aún bajo los escombros. Las pérdidas materiales son muy grandes y reconstruirlo todo llevará mucho tiempo y esfuerzo.
¿Y la reconstrucción emocional? Lo primero es el duelo de aquellos que han sufrido la muerte de familiares y amigos, ya que en esos casos poco puede volver a ser normal. Pero para el resto empieza ahora un largo proceso no sólo de recuperación de enseres, recuerdos personales y dinero para poder volver a hacerse con un hogar, sino para recuperar la tranquilidad. En un mundo siempre cambiante hay pocas cosas que nos den plena seguridad. El cielo a veces luce y otras estalla en rayos y lluvia, hay amigos del alma y otros que n, familiares queridos y odiados, todo está lleno de veletas que se mueven al viento, Pero el suelo no, el suelo no se mueve. Los edificios están quietos, el paisaje urbano, en el que todos los que vivimos en esta época de la humanidad nos hemos criado, es el hábitat natural. Las calles, casas y estructuras de hormigón y ladrillo son para nosotros como los bosques o las colinas que usan los animales para reverenciarse. El que el suelo tiemble y los edificios se caigan destruye esa imagen de seguridad, de inamovilidad que asociamos a la piedra y el hormigón. Y eso da miedo. Podemos volver a nuestras casas si los técnicos nos dicen que no hay riesgo, pero ya no será lo mismo. El cuarto, los muebles, el techo, todo, se ha movido, ha pegado unos botes como si estuviera vivo, y no sabe uno lo que ha podido faltar para que una grieta se expanda, una junta se casque y la casa que no se ha caído forme parte del conjunto de ruinas del barrio. Volver a sentir su hogar como su refugio seguro va a ser una de las labores más lentas, complejas y poco noticiosas que tendrán que afrontar los que en Lorca han tenido la suerte de tener un hogar a donde volver. El resto, varios miles, seguirán alojados en campamentos al aire libre y poco a poco serán realojados, pero en un proceso lento y dificultoso. Afortunadamente hasta el momento las administraciones están comportándose de manera ejemplar. Gobierno nacional, autonómico y local están mostrando, pese a los distintos partidos que los rigen, una coordinación envidiable, y han tenido claro desde un principio qué es lo grave e importante, y tratan de ayudarse mutuamente. Dentro de la tragedia, es un ejemplo de comportamiento público, de civismo, y que debiera hacernos reflexionar a todo el país sobre la bronca permanente en la que vivimos, normalmente por sandeces menores, y que no es necesario que llegue a nosotros una tragedia del cielo, o de la tierra como es este caso, para unirnos, actuar y responder como mejor sabemos y podemos. Por otra parte, al población de Lorca está mostrando, independientemente de sus políticos, una entereza ejemplar y está dando también un ejemplo de comportamiento y de saber estar en medio de una situación tan horrible. A ellos se les debe prestar toda la ayuda posible, sin escatimar, como bien dijo ayer Zapatero.
Esta mañana tendrán lugar los funerales de estado, en los que habrá tres féretros, porque los otros seis han decidido no estar presentes, por cuestiones de intimidad o índole religioso, pero el acto servirá para honrar la memoria de todos ellos. Como suele pasar en estas ocasiones, hay todo tipo de historias, fruto del azar. A algunos les pilló por la calle un cascote, a otros en su caso, hubo quien tuvo oportunidad de luchar y quién murió al instante. Como caso relevante, el de Antonia, a quién los cascotes sepultaron, pero uso su cuerpo para cubrir a sus hijos, de uno y tres años. Los niños se salvaron, y ella murió. Este es un ejemplo de heroísmo, de santidad, de sacrificio extremo de amor por los demás…. en medio de la ruina, la luz de la esperanza.
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