miércoles, mayo 04, 2011

Dar la orden de matar

La muerte de Bin Laden abre casi más interrogantes de los que cierra, lo que tampoco debiera extráñarnos, dado lo complejo que se ha vuelto todo en este mundo. De momento hay un intenso debate sobre la legalidad de lo que ha hecho Estado Unidos, si es lícito cometer una acción de este tipo, matar a alguien por venganza, si es legal, si es la mejor manera de solucionar las cosas o no. Muchas voces se han alzado contra esta acción, por sus consecuencias y el tufo que tiene a guerra sucia. Creo que es difícil hacer una valoración precisa desde fuera, pero no tengo ninguna duda de que la orden que dio Obama no fue la de capturarlo, sino matarlo, directamente.

No me interesa el grito escandalizado de algunos partidos, especialmente europeos, que cuando han tenido un problema similar (objetivamente menor que el 11S) no han dudado en hacer actos similares, y sino véase el asunto de los GAL en España, el ataque de la inteligencia francesa contra el Rainbow Warrior de Greenpeace, el asalto británico que acabó con la vida de varios activistas del IRA en Gibraltar, lo que hizo Alemania con algunos miembros de la Bader Mainhof en los ochenta… En fin, estas cosas pasan, y si un gobierno sabe que va a contar con el apoyo unánime de su población, como está siendo el de la sociedad norteamericana, lo hará. Desde la legalidad internacional Estados Unidos puede alegar que está en guerra y eso le permite atacar y defenderse, y considerar esto como un acto bélico, y los que se oponen pueden aducir que se ha desarrollado en territorio extranjero y sin permiso del país, y así enzarzarse en un debate jurídico complejo, del que nada entiendo, y que dudo que llevase a alguna parte, porque soy de los que cree que la legislación internacional es un aparejo artificioso que hemos organizado para salvar, a veces, las apariencias, pero que en el fondo no es más que un decorado. No, lo que más me interesa es el proceso de decisión, cómo se organiza un acto de este tipo y que pasa por las mentes de las personas que saben que van a cometer un crimen, cómo lo valoran, sopesan y al final deciden que es válido, merece la pena.
La foto que ayer publicaba El País en portada, una de las imágenes del año, sin duda, mostraba los rostros de los que han decidido el ataque, de los que saben que es lo que va a suceder, porque llevan meses planificándolo. ¿Qué pasaba por sus mentes en ese momento? ¿Cómo gestionan internamente esa decisión? ¿Cuánto les ha costado, emocionalmente? Quizás la respuesta más sincera no provenga de filtraciones futuras de Wikileaks o de las noticias que, dosificadas, vaya soltando la casa Blanca, sino de la ficción, de El Ala Oeste de la Casa Blanca, esa serie que todos debieran ver y que es el mejor reflejo de cómo funciona la política, el poder y nuestra sociedad en el mundo en el que vivimos. En el final de la tercera temporada se descubre que el emirato de Kumaar, ficticio país del golpe pérsico, ha patrocinado una atentado terrorista en suelo americano que ha sido evitado por la CIA, y hay pruebas que sin duda incriminan al ministro de exteriores de dicho emirato. Los servicios secretos y el ejército proponen al Presidente Barlett que mate a dicho ministro, como represalia y lección al emirato, aprovechando una visita que va a realizar a Washington. Sin embargo el asesinato, obvio, sería ilegal, por lo que planifican una acción que se desarrollaría en las islas Bermudas, con el silencio cómplice del Reino Unido. En el viaje de vuelta hacia Kumamr el avión del ministro tendría un “problema y haría una escala técnica en la isla, escala aprovechada para asesinarle y destruir su cuerpo.

Barlett sufre pesadillas ante lo que se le viene encima, no quiere dar esa orden, y sabe que él es el único que puede hacerlo. Recibe presiones de sus asesores y se debate en un dilema moral ante lo que sabe que debe hacerse, el castigo ante el crimen, y lo que sabe que es radicalmente inmoral “absolutely wrong” dice varias veces.
El final del episodio, una obra de arte en la que se mezclan otras tramas de la serie, es un magnífico ejemplo de cómo ese dilema puede acabar hundiéndonos en un pozo, en el que la responsabilidad y la ética nunca se pondrán de acuerdo, y en el que sólo se puede elegir entre qué mal causar. Eso también, y sobre todo, es gobernar, y Obama habrá vivido una situación prácticamente idéntica, y lo habrá pasado igual de mal.

2 comentarios:

MMO dijo...

Qué no David. Que me da igual que sea Obama. Que matar así es asesinato. Es igual de cruel y vil que lo que el hacía. No vale el ojo por ojo...

"La imagen del premio nobel d la paz viendo una ejecución desde su despacho, con info conseguida con tortura es demasiado postmoderna para mí" @luciacd

David Azcárate dijo...

Claro que es asesinato, de eso no hay duda. Lo que quiero decir es que estas cosas, horribles, suceden, y que sería ingenuo suponer que no se dan ahora, no pasaron antes y no sucederán en el futuro. El asunto ético no está a debate, porque no tiene por donde agarrase, es la cuestión política, o estratégica, la que se discute.

Y por cierto, la reflexión de @luciacd me parece un magnífico resumen del psicótico mundo en el que vivimos, felicidades para ella y su lucidez.