Lo siento mucho, querido lector, pero ya estamos en campaña electoral, ese tiempo mágico donde parece que decir obviedades, insultos improperios, simplezas de parvulario y soflamas huecas desde un podium es algo tan natural como incomprensible. Dos semanas por delante de un ejercicio que debiera ser sano, apasionante e instructivo y que, debido principalmente a la incapacidad de nuestra clase política, se va a convertir en otras dos semanas tediosas para el común de los mortales. Una pena. Como de la sentencia del constitucional sobre Bildu van a oír hoy todo, y de todo, no me referiré a ella, sino a la campaña en sí, y a la información al respecto. Bueno, información información…..
Lo cierto es que en la campaña de estas municipales se estrena una reforma de la Ley electoral que encorseta aún más la información que los ciudadanos recibiremos de lo que hacen los políticos. Como saben, hasta ahora sólo la televisión pública estaba obligada a ofrecer la información de la campaña de manera tasada, dedicando tiempo a los partidos en proporción a los votos que obtuvieron en las anteriores elecciones del mismo tipo. Es un clásico, absurdo, que gente del PP y PSOE esté cronómetro en mano mirando que esta regla se cumple. Pues bien, esta medida se extiende por ley, a partir de hoy, a los medios privados, de tal manera que todas las televisiones de España están obligadas a controlar sus tiempos y hacer sus noticias por esa proporción, y no por lo que el periodista de turno considere, en virtud de su saber y libertad, qué es noticia, qué no lo es, y a quién sacar y quién no. En una palabra, dictatorial. Podría uno decir que si, por ejemplo, en un mitin ZP se tropieza y cae sería lógico que se dedicara mucho más tiempo al PSOE que al PP, pese a que las últimas municipales las ganó el PP, pero por Ley no se podría. Pero es que aún es peor. De hecho ni tendríamos imágenes de la caída de ZP, porque los partidos ya no permiten el acceso de cámaras de medios de comunicación a sus, por otra parte obsoletos, mítines. Los producen ellos, y así no son otra cosa que montajes de propaganda editados por el partido que la tele coge o no, pero no puede hacer otra cosa. Por eso desde hace tiempo en las retransmisiones de estos actos aparece un rótulo en la parte inferior que indica “Señal PSOE” o Señal PP” indicando que lo que el espectador ve no lo ha editado (hecho) la cadena, sino el partido. Esto es usar a las televisiones como meros instrumentos de propaganda por parte de los partidos, entidades que llevan ya varios años despreciando la profesionalidad de los medios, amparados en el morro inherente a todo político y en la propia debilidad de los medios de comunicación, inmersos en una grave crisis e incapaces de responder a la altura de las circunstancias. Se ha convertido en habitual las ruedas de prensa sin preguntas, un oxímoron, llamadas “declaraciones institucionales” donde se convoca a los medios para que simplemente hagan de público del dirigente de turno. Directamente se niega el derecho a preguntar y así el periodista se limita a transmitir un comunicado de prensa del partido, que bien podían habérselo hecho llegar por email y ahorraban así el viaje al medio, la emisión de CO2 y un poco de atasco. Todo esto no tiene sentido, es humillante para el profesional de la comunicación y restringe la libertad del ciudadano, consumidor de noticias y votante.
Tarde, pero finalmente, la FAPE, Federación de Asociaciones de la Periodistas de España, ha iniciado una campaña denunciando todo esto, a través de un manifiesto público para el que se solicita la adhesión, en el que se denuncia el uso y abuso de los políticos de los medios de comunicación. Llega tarde, porque se han convertido en habituales comportamientos intolerables, como los antes mencionados, y será difícil revertir esto sin que haya plantes de periodistas o protestas que hagan algo de ruido, pero algo se debe hacer. Por poner un ejemplo muy bruto, fíjense que la Casa Blanca ha contestado a más preguntas sobre la operación de caza de Bin Laden (en dos días) que Camps sobre la Gurtel o Chacón sobre Libia (ambos ninguna).
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