La sentencia emitida ayer por el Tribunal de Arbitraje Deportivo por la que sanciona a Alberto Contador a dos años de inhabilitación por dopaje ha sido una bomba en el mundo del ciclismo, y de paso, en todo el mundillo deportivo. Se esperaba una condena, pero más leve, dado el ínfimo nivel de sustancia dopante encontrada en la sangre del ciclista y, que en todo caso no le afectaría a esta temporada 2012, al haberse cumplido preventivamente ya un tiempo de castigo. Sin embargo el castigo ha sido el máximo previsto por la normativa, y Contador, desposeído del Tour de 2010 y Giro de 2011, no podrá ir a los Juegos Olímpicos ni al Tour. Este año está finiquitado para él.
No se si Contador es culpable o no, o si la sanción es justa o no, por lo que al contrario que casi todo el mundo, no voy a usar esta tribuna para hacer un apasionado ejercicio de su defensa ni ciscarme en la madre de cada uno de los miembros de ese extraño tribunal. Lo que si digo aquí, y lo hago en todas partes, es que en este asunto del doping hay una inmensa hipocresía y que no se trata con justicia e igualdad a todos los deportistas. Si existe el acuerdo de que debe perseguirse el dopaje, debe hacerse con honestidad, y en todas partes ¿Por qué casi todos los acusados de dopaje son ciclistas? ¿Se debe acaso a que la cantera del ciclismo se nutre de los drogadictos que pululan por los pueblos? No, hay dos causas. Una es que en ese deporte se han instalado los controles más duros que puedan imaginarse, y pillan de todo, y otra es la inmensa debilidad que tiene el ciclista como figura de referencia, y no hablemos ya del equipo, mera casa publicitaria, que cambia de nombre cada año en función de su patrocinador. ¿Y el resto de deportes? Desengáñense, querido lector, el deporte profesional está plagado de dopaje, drogas y tráfico de sustancias ilegales, y me atrevo a afirmar que sin distinción de especialidades. Lo que sucede es que ni se hacen los controles pertinentes ni, por así decirlo, hay valor para afrontar sus consecuencias. ¿Acaso piensa alguien que, por citar a los dos grandes, no hay dopaje en el Madrid o el Barcelona? ¿Qué resultado arrojaría una redada por sorpresa, como se hace con el ciclismo, en el vestuario de uno de estos equipos? Quizás muchas sorpresas, y ninguna agradable. Y claro, imagínense lo que supondría que un Ronaldo, Messi u otro cualquiera fuera encontrado consumiendo sustancias ilegales. ¿Sería sancionado? ¿Su afición permitiría que se le retirase del campo? ¿Su poderoso equipo se quedaría de brazos cruzados y no protestaría? Piensen en la cantidad de contratos publicitarios y de imagen, en las decenas de millones de euros que se mueven en torno a esos jugadores y equipos, y empiecen a pensar en lo que le sucedería a un laboratorio que encontrase “sustancias” en la sangre de alguno de esos mitos. No, eso no sucederá, y nadie lo discute. Recuerdo que Maradona, que en sus tiempos era el Dios del césped (en Argentina aún lo es, y sobre todos los terrenos) fue un reconocido y famosos cocainómano, pero, causalidad, nunca dio positivo en ningún control. Y esto pasa en el fútbol, el baloncesto, la Fórmula 1, el atletismo, el tenis, y así podríamos seguir eternamente. El deporte profesional hoy en día es un inmenso negocio en el que se mueve muchísimo dinero, más del que uno se pueda imaginar, y por ganar y conseguir marcas se hace lo que sea necesario, y en ese “lo que sea necesario” entra todo, incluida la toma de sustancias dopantes y su vista gorda. Créanme, no tengo ninguna duda al respecto.
¿Cómo se soluciona esto? Como en el fondo este asunto es de tráfico y consumo de sustancias, las dos vías posibles son las que existen para el caso de las drogas. Una es iniciar una auténtica guerra contar el dopaje en serio, de manera internacional, que imponga los mismos tipos de controles, muy duros, a todos los deportes, y en todas las escalas. La otra es, simplemente, hacer la vista gorda, dejar que cada uno haga lo que quiera y tirar para adelante. En el ciclismo se ha ido por el primer camino, mientras que en el resto de deportes se ha optado por el segundo, y ahí están los resultados. Lo siento por el Contador deportista y, sobre todo, persona. Su carrera está herida, quién sabe si terminada.
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