Ayer fue un día muy especial en el Museo del Prado, digno de recordarse. Tras mucho revuelo mediático, y con la presencia de una montaña de periodistas y curiosos, la pinacoteca mostró por primera vez al público la restaurada copia del cuadro de la Gioconda que desde hace mucho tiempo yacía olvidad en el fondo de sus sótanos. Al parecer se sabía desde hace tiempo que existía esa copia, pero ha sido la restauración la que ha desvelado unos fondos idénticos a los del famoso cuadro original y ha permitido suponer que este cuadro se hizo por un copista a la vez que Leonardo pintaba su obra más conocida.
Lo cierto es que si uno entra en el enlace que he añadido arriba y hace el juego de comparar la imagen clásica con esta las similitudes son asombrosas. Los fondos, montañosos y nublados son casi idénticos, y es la expresión de la cara de la retratada la que varía, más en la parte izquierda del rostro según se mira que en la derecha, que es prácticamente calcada. La Gioconda del Prado, por así llamar, luce luminosa tras el trabajo de restauración y el efecto que esto produce sobre el vestido que porta es impresionante. Las mangas lucen un rojo intenso que no se adivina por ninguna parte en la Gioconda del Louvre, y la gasa que lleva por encima crea un juego de transparencias muy interesante sobre el brazo izquierdo de la modelo, el que está a la derecha según se mira el cuadro. El cuello del vestido luce así mismo unos bordados y filigranas que en la versión original están completamente ocultos, y que apenas si se adivinan. Por así decirlo, la versión madrileña posee toda la luz que le falta al cuadro que reside en París. Realmente el efecto resulta de lo más curioso, y la mera posibilidad de que ambos cuadros fueran pintados a la vez, uno por el maestro Leonardo y otro por algún discípulo suyo, resulta apasionante. La escena bien pudiera ser tal que la modelo posa ante los dos retratistas, o quién sabe si llegó a haber más. Quizás sólo Leonardo la mira directamente, mientras que el alumno se encuentra de espaldas y gira la cabeza de tanto en tanto para fijarse en los detalles y seguir con su obra. Lo cierto es que no se tiene mucha idea de en que contexto podemos introducir esta escena. ¿Estaba Leonardo dando una clase de retrato a un aventajado discípulo y este era uno de sus “exámenes”? ¿O era normal hacer varias copias del mismo retrato por si alguna se perdía o deterioraba? Quizás el copista fuera eso, un mero copiador de la obra que por encargo pintaba para hacer un segundo juego y destinarlo a un almacén o a satisfacer otro contrato. Puede que la modelo, orgullosa, quisiera dos obras, una para cada uno de sus hipotéticos palacios, y que la de Leonardo, el maestro, se destinara a su residencia habitual y la otra a su residencia de verano. No se si habrá forma de saberlo, pero lo cierto es que la visión de las dos imágenes juntas muestra tantas similitudes que abre la puerta a la imaginación, a fantasear historias de lo que sucedía en el taller del genio de Vinci y en cómo trabajaban los pintores y artistas de la época, que recordemos eran más empleados autónomos a destajo de sus clientes que creadores de arte, y que una vez instalados en la fama poseían un equipo de trabajo que, junto a ellos, creaba las obras que los han inmortalizado.
En pocas semanas la Gioconda madrileña se irá de viaje a París, a conocer a su hermana gemela, con la que puede que no se haya reunido desde que fueron creadas hace ya varios siglos. En una sala del Louvre de París, ambas serán expuestas una junto a la otra, y mirándose de manera tan pícara como sensual, a saber las cosas que se contarán una a la otra, la alegría que sentirán al reunirse nuevamente tras tan larga separación, y la de historias jugosas que pueden llegar a imaginarse ante las dos imágenes de, quizás, la mujer retratada más famosa de la historia. Fascinante.
2 comentarios:
Creo que no las pondrán juntas según la información de prensa pero cercanas sí que estarán, sí.
Buen día pictórico.
Mira que a mí me parece más guapa la hermana....
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