Lo más emocionante que he vivido en este gélido fin de semana ha sido la elección del nuevo secretario general del PSOE. Para muchos supongo que eso será un fiable indicador de hasta que punto resulta de apasionante mi vida privada, pero no les daré más detalles para que sigan con la duda… La cuestión es que el PSOE, parafraseando eso que se decía sobre el fútbol, es un partido en el que juegan y se pelan todos contra todos y al final siempre gana Rubalcaba, y en el fondo González. En este caso, y visto lo que había, han hecho lo mejor.
Vi el Sábado los dos discursos, cuyo orden de aparición lo determinó un sorteo. Rubalcaba fue muy fiel a su estilo didáctico, con puyas y segundas y retorcidas intenciones. Cuando mencionó eso de que él no es sectario seguro que recordaba el artículo de El País de hace unas semanas sobre el entorno de la candidata Chacón, y quizá se estaba arrepintiendo de haber ordenado publicarlo (no duden de que así fue). Es un magnífico orador, capaz de desenvolverse en cualquier escenario, y no necesitar papeles. Sin embargo le falta capacidad para transmitir calor, emoción, mensaje. Es un fontanero, un trabajador nato, estajanovista como a él le gusta definirse, pero no es seductor. Ni su figura ni estilo ni trayectoria generan seducción a las masas, cosa que Felipe lograba en sus discursos a los cinco minutos. Tras él intervino Carmen Chacón, que aún no se muy bien si llamarle Carmen, Carme o Carma, los malvados ponen Karma, porque ella tampoco se ha definido. Chacón es un producto de este tiempo, de la época zapatero. Un maravilloso suflé de buenas intenciones, sonrisas de calendario, mensaje de postín y pose de izquierda, diseñado para generar una inmensa empatía en el espectador, emocionarlo y arrastrarlo. Sus años en el gobierno de ZP han pasado por ella como si no hubiera estado allí, como si no fuera co responsable de lo sucedido ni artífice de las políticas desarrolladas. En esto, y el reportaje de El País no mentía, su marido y todo el equipo de asesores que la ha creado como producto tienen mucho mérito. Inexperta en el estrado, Chacón optó por un discurso más emocional, radical en las formas y en el fondo, queriendo escapar del estilo docto y sereno de su adversario. Quería lograr ese calor que Rubalcaba no es capaz de producir, y es cierto que al final de su intervención los aplausos y gritos de apoyo era más intensos y numerosos que al principio. Sin embargo el discurso de Carmen es una pieza para revisar de arriba abajo para aprender cómo no debe darse uno. Falto de ritmo, con zonas demasiado aceleradas frente a momentos de abulia, chillón, estridente en ocasiones, con gallos en la voz y flexiones forzadas que hacían recordar a las hermanas Llanos de Dover (verdad ABG???) ver a Carmen en el estrado era comprobar que su bisoñez no sólo era una acusación de sus oponentes, sino una dura y cruda realidad. Oírla con los ojos cerrados producía una sensación incómoda, que sin duda a sus partidarios encandiló, pero que al resto del auditorio debió parecer más una interpretación sobreactuada y por momentos descontrolada. Frente a un público que quería comprar un mensaje Rubalcaba fue un Steve Jobs carente de alma, pero muy efectivo, y Chacón fue una pregonera que llamó mucho la atención pero que acabó espantando a la clientela. Tras oírlos yo tenía muy claro a quién hubiese votado, y tras un resultado que se hizo esperar mucho más de lo debido (qué hacías en el recuento, Alfredo?) Rubalcaba ganó por primera vez en su vida una elección por 22 votos sobre casi mil, y es el nuevo secretario general. Alegría en PRISA y El País, llanto en Mediapró y Público.
Si se fijan en todo el artículo sólo he hablado de ambos candidatos refiriéndome a su pose, estilo y capacidad de comunicar, pero no he dicho nada de su mensaje. Y eso se debe a que, para mi, no hubo mensaje alguno. Viniendo de la derrota más estrepitosa que ha cosechado el partido en su historia, con una sangría de cuatro millones de votos, una socialdemocracia desnortada en su papel ante la crisis, y unas siglas que incluyen la palabra “obrero” en un país de servicios terciarios con más de cinco millones de parados, al menos esperaba autocrítica y la apertura de un serio proceso de reflexión sobre a dónde va el PSOE y la izquierda, pero no hubo nada de eso. Sólo estilo, formas y decorados.
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