Los economistas no aprendemos de nuestros errores. Seguimos confiando en nuestra capacidad predictiva sobre algo que no comprendemos del todo y usando unas herramientas arcaicas y claramente insuficientes. Aún así cada cierto tiempo organismos y personajes públicos realizan vaticinios sobre qué harán las variables macro, y sus palabras son tomadas por divinas, hasta que la realidad las corrige y…. son requeridos para que digan nuevas palabras de la Ley, que serán seguidas nuevamente con el máximo fervor.
Ayer fue un día donde las previsiones fueron las reinas. El comisario europeo Olli Rehn, un hombre para el que adjetivo de serio se le queda corto, presentó el cuadro de previsiones de crecimiento para la eurozona en este 2012, y aquí el término crecimiento es una mera forma de hablar, porque hay países que crecen, como Alemania, Francia, Irlanda y Polonia, pero luego hay otros que retroceden, y mucho, como Grecia, Italia, Portugal y, oh!! Sorpresa!! España. Nos auguran una caída del PIB del -1% para este año par, que es el mejor de los guarismos que han presentado los organismos internacionales, ya que el FMI nos anticipó un -1,7% y el Banco de España un -1,5%. Feo, muy feo. Con este panorama es obvio que no se creará empleo, sea cual sea la reforma laboral que se produzca, y la evolución del déficit público será mala, porque aunque se recorten los gastos los ingresos, procíclicos, caerán en medio de este entorno recesivo. Así, la elaboración de los ya famosos presupuestos de 2012 se presenta complicada, no tanto por los plazos, que también, sino por el mero hecho de saber cómo se van a insertar en ese cuadro unas previsiones de déficit público moderadas, partiendo del 8% que ahora tenemos, en medio de esta recesión. El gobierno dice que va a cumplir el 4,4% pactado con Bruselas, pero eso es mentira, simplemente porque es imposible. Siendo generosos sería todo un éxito si este 2012 lo terminamos con un déficit en torno al 6%. Y eso lo sabe el gobierno y Bruselas. En esta coyuntura ha comenzado una especie de teatro entre el gobierno y la Comisión en la que Rajoy y Cía afirman que cumplirán el objetivo pactado (falso) y la Comisión que no relajará los objetivos de déficit de los países (falso), y por detrás, ambos actores, junto con el resto de gobiernos europeos, están tratando de acordar una nueva senda de cumplimiento de los objetivos que sea más realista con los datos de crecimiento (jeje) presentados ayer. Sólo en este marco de negociación bajo la mesa se pueden entender declaraciones como las que ayer efectuó Mario Draghi, el presidente del BCE, en las que se negaba en redondo a reconsiderar los objetivos de déficit de España y de ningún otro país. Ayer Draghi adoptó la posición dura, mientras que de las respuestas a la rueda de prensa que ofreció Rehn se podía intuir una puerta a la negociación. Sin embargo toda cesión tiene un precio. España, junto con el resto de países angustiados por sus desfases, debe ofrecer reformas duras, creíbles y sinceras, y aplicarlas, para que Bruselas determine que está haciendo los esfuerzos necesarios y le permita respirar con el déficit, y que el BCE compre deuda y controle la prima de riesgo. Por así decirlo, la reforma laboral nos puede suponer más de medio punto de relajamiento, y eso son 5.000 millones de euros menos a recortar, y así por cada paquete de reformas que el gobierno presente y, en contraste con lo que sucede en Grecia, lleve a la práctica.
Pero todo esto no es más que mi predicción, o intuición de lo que está pasando en la realidad, no dispongo de información privilegiada. Simplemente es lo más lógico, porque si finalmente la Comisión no da su brazo a torcer y sigue firme en el 4,4%, el gobierno realizará un presupuesto que, el papel lo aguanta todo, alcance ese 4,4%, pero no se llevará a cabo de ninguna manera, y el objetivo será incumplido flagrantemente, y todos nos llevaremos las manos a la cabeza y el año acabará fatal, mucho peor de lo que han dicho cualquiera de los organismos internacionales que han opinado. En fin, espero que esta predicción no sea errónea, pero dada mi profesión, no se fíen un pelo de mis augurios.
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