jueves, agosto 09, 2012

El asalto al supermercado


Cuando me enteré de la noticia del asalto a varios supermercados perpetrados por el SAT del inefable alcalde de Marinaleda tuve una sensación dispar. Por un lado no me extrañó mucho, conociendo al personaje que lideraba esa cuadrilla no se podía esperar algo muy diferente, y dada la cada vez más angustiosa necesidad que padece la población era de esperar un acto de este tipo, que si además es alentado por demagogos de la talla de Sánchez Gordillo es lógico que tengan éxito, repercusión y cobertura mediática.

Pero sobre todo lo que me entró es pena, pura pena. Pena porque una acto delictivo como este haya sido perpetrado a plena luz del día, con cámaras y medios grabándolo todo, y sin que nadie lo haya impedido. Pena porque uno sondea la red y hay cierto cachondeo e incluso comprensión ante un asalto que, se diga lo que se diga, es un robo en toda regla, y pena porque esto no soluciona nada, no evita el desastre en el que vivimos, sino más bien lo agrava, lo incendia aún más y, de no ser rápidamente atajado por las autoridades, se puede convertir en modelo a imitar por parte de muchas otras personas. Y pena, mucha pena, por alguien a quina nadie le ha dedicado unas palabras estos días, que son las cajeras de los centros de Mercadona que tuvieron que sufrir el asalto. Ellas son los empleados más bajos en la cadena de valor de la empresa, mejor tratadas por esa marca que por otras del mismo sector, pero en todo caso las que más sufren para ganar lo poco que ingresan, que son la cara de la institución, que reciben más quejas y malas maneras por parte de los clientes que sonrisas y agradecimientos, a las que mucha gente presta menos atención que a la pantalla de su maldito móvil. Ellas son las que fueron agredidas, violentadas y atacadas por las hordas de Sánchez Gordillo. En el video del asalto se puede observar que, al traspasar las cajas, una de las empleadas trata de parar todo aquello, con una cara de susto en el cuerpo que no puede ocultar, y un hombre alto, de bastante pelo, mucho más voluminoso e imponente que ella, la empuja con enorme violencia, la aparta como si fuera una caja de cartón, con un aire de desprecio absoluto que, seguro, se reflejaría en lo que le estaría diciendo. La cajera desaparece de la escena y el ladrón, el abusador, pasa el control de cajas con su botín seguido de otros tantos. Me los imagino felices y sonrientes a la puerta del comercio asaltado, viendo el éxito de su acción, el logro de su esfuerzo, el fruto de su trabajo… no se han difundido mucho, pero han salido las imágenes de algunas cajeras, también fuera del Mercadona, llorando desconsoladas, abrazándose unas a otras, dándose fuerzas, solas, tras haber sido violentadas y tratadas como perros por parte de una banda de salvajes…a ellas nadie les ha hecho caso, ni les han buscado los medios de comunicación, ni les ha mostrado apoyo nadie, ni desde luego se les ha solidarizado ningún sindicato ni organización laboral o social, de ninguna ámbito o espectro político, Están solas, como todas las víctimas en este mísero país llamado España, que sean fruto del terrorismo etarra, la violencia machista, la agresión sexual o la demagogia política, sufren a su dolor el desprecio de la sociedad, que encumbra al delincuente y el muestra un aprecio y admiración rayano en lo enfermizo. Ellas son las heroínas de esta acción vergonzosa. Ellas merecen admiración, no los salvajes que se las llevaron por delante.

No espero nada de Sánchez Gordillo, pero me gustaría que el impresentable de Diego Valderas, su jefe, que tiene el supuesto honor de ocupar la Vicepresidencia de la Junta de Andalucía, y que llena de indecencia su cargo al justificar la acción, se diera una vuelta por ese supermercado, y mirase a la cara a las empleadas violadas, que pagan con sus impuestos su elevado sueldo de cargo público. A ver si tras ello, si le queda algo de educación, es capaz de pedirles perdón a ellas y al resto de la sociedad por la actuación de los impresentables que se amparan en sus siglas. No tengo dudas de que no lo hará, así que hágame feliz y que tenga que retractarme.

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