Seguro que a muchos de ustedes esta sensación les es
familiar, sean residentes en una gran ciudad o no. Pasean por sus calles,
comercios, plazas, siempre repletas de gente, pero curiosamente se sienten
completamente solos, como si cada una de esas personas con las que no dejan de
cruzarse no fueran otra cosa que atrezzo, decoración incorporada. Y es que la
mayor de las soledades se vive cuando uno está completamente rodeado de
personas. Yo vivo esa experiencia muy amenudo en mi día a día, y no si usted
también. Si es el caso, y no sabe como expresarla, Hopper la ha retratado con
perfección de maestro.
Edward
Hopper es la estrella de la exposición veraniega del Thyssen de este año, y
desde aquí les recomiendo encarecidamente que vayan a verla. A muchos de
ustedes seguro que les suena un cuadro suyo, bien el de ese velero que sobre
fondo azul navega plácido en una escena de verano muy de estilo Sorolla o el de
esa mujer sola en una habitación que mira a la luz de la ventana, con la mirada
perdida. Hopper dibuja y pinta muy bien, y para comprobarlo no hace falta más
que fijarse en sus preciosas acuarelas, objeto de culto para cualquier
arquitecto amante de la casa americana, o sus lienzos, estampas de color vivo
que llenan la estancia con su presencia y mensaje. Pero sobre todo Hopper pinta
solitarios. Hay algunos de tipo paisajístico, pero en la mayoría de sus cuadros
aparecen personas, pero que no se muestran nada humanas cuando aparecen en
grupo, mientras que destilan una humanidad y desvalidez inmensa cuando están
solos. Los retratados en los cuadros de Hopper no son identificables, son
“mujer en uan habitación”, “hombres al sol” o “pareja en el porche de la casa”.
Mantienen un absoluto anonimato y, de lo que se perfila de sus rostros, poco se
puede deducir respecto a sus vidas y milagros. En la mayoría de los casos
destilan apatía, tristeza y cierto hastío vital. Y esa sensación se acrecienta
cuando uno se da cuenta de que el retratado nunca mira a la cámara, por usar
una expresión cinematográfica que le pega muy bien al estilo del pintor
norteamericano. En efecto, parece como si los personajes pasaran por allí, sin
ser conscientes de que el artista estaba componiendo la escena, como si fueran
coches que se cruzan en nuestra visión cuando miramos un lado de la carretera
desde el lado opuesto. Así, su presencia es enigmática, cautivadora, pero
triste y vacía. Son personajes más que personas, y se funden con el entorno
ofreciendo una sensación de impersonalidad que refleja de maravilla la angustia
y forma vital que se desarrolla en las urbes en las que vivimos, que en EEUU se
empezó a sentir antes que en la vieja Europa, y que Hopper logra captar con toda
su crudeza. Es la ciudad el lugar preferido del autor para explayarse,
conjuntos de edificios más o menos impersonales, colmenas de bloques en las que
viven individuos anónimos, grises, con historias personales que son sometidas a
la uniformidad de la vida moderna. Las imágenes de interiores muestran
habitaciones neutras, despersonalizadas, más propias de un hotel que de una
residencia, con moradores perdidos, abúlicos, y en una actitud que no se sabe
hasta que punto es de meditación o de postración ante la rutina vital. En muy
pocas de sus obras logramos ver los ojos del personaje, su mirada. Vemos, al
contrario que en muchos otros casos, lo que el retratado está viendo, y es tan
poca cosa, tan rutinaria, que nos deja aún más sorprendido ante el vacío que experimentamos
al observar la pintura en su conjunto.
La técnica del autor es en apariencia sencilla, pero logra
unas texturas y colores fascinantes, y con un grado de detalle sorprendente.
Atardeceres naranjas como los que en Madrid se suelen ver los refleja de
maravilla, al igual que el rojo luminoso de los surtidores de gasolina, o el
gris de las azoteas de Nueva York. O el inmenso azul del mar en el que ese
velero navega rumbo al placer y el descanso. Si tienen una oportunidad vayan a
verlo, y sino, escápense y verán como esa sensación de congoja interior que a
veces nos asalta en medio del tumulto diario tiene una expresión visual en la
obra de un genio llamado Edward Hopper.
1 comentario:
Mágnifica reseña de la exposición, muy buen reflejo de las sensaciones que produce. Y totalmente de acuerdo: la mayor de las soledades se produce cuando uno está rodeado de personas.
Que tengas muy buen lunes y 13.
Saludos,
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