miércoles, agosto 29, 2012

Neil Armstrong no era un héroe de este mundo


Si ayer glosé la figura de Armstrong desde su vertiente técnica y espacial, quiero hoy fijarme en el lado humano del personaje, en su actitud ante la vida, y cómo fue en el día a día de su vida en la tierra en donde mostró sus mayores rasgos de heroísmo. Visto en retrospectiva, y contemplándolo desde nuestra sociedad, en la que los valores materiales lo son todo, en la que la gente mata por conseguir un minuto de fama y en la que la hipocresía se ha hecho con el mando de todo, su vida es un absoluto sinsentido. Una maravilla, diría yo, una locura dirían muchos otros.

Y es que, pese a que se me antoja imposible, imaginémonos la situación. Tras la llegada a la Luna en 1969, Armstrong, Aldrin y Collins son héroes nacionales en EEUU, son recibidos como tales por el presidente Nixón y se pasean por las ciudades envueltos en descapotables y bañados en confeti y aplausos. En el resto del mundo el grado de admiración es similar. Pasan en unas horas de ser unos sacrificados astronautas, que han dedicado toda su vida a la carrera espacial, con el sacrificio personal que ello les ha supuesto, a ser adorados por miles, millones de personas, que los vitorean a cada paso. El nombre de Armstrong es el más aclamado por ser el comandante de la misión y por haber sido el primer humano en pisar otro mundo. Fascinante. Imagínenselo. Todas las ofertas de trabajo, negocio, contratos publicitarios y de representación que imaginarse uno pueda empiezan a lloverle a Neil como caídos del cielo del que provenía hace unos pocos días. Sin duda miles de mujeres se le ofrecen, tentadas de pasar una noche con el héroe lunar y futuro nuevo rico de América, políticos de uno y otro signo empiezan a adularle para que se una a sus equipos para ser alcalde, o gobernador de algún estado… En aquellos momentos Armstrong tenía el mundo a sus pies, todo lo que un hombre pudiera soñar para satisfacer sus necesidades materiales o de ego se le ofrecía multiplicado hasta el infinito y más allá, como diría luego el bueno de Buzz Lightyear (en homenaje a “Buzz” Aldrin) Además Armstrong podía mostrarse orgulloso en público de su hazaña porque en verdad era increíble lo que había logrado. Junto a miles de técnicos y empleados, había encabezado la misión, sus manos habían guiado de manera precisa el módulo lunar hasta posarlo sobre la polvorienta Luna y él había bajado el primero por la escalerilla. Nadie se hubiera extrañado que mostrase orgullo, satisfacción y ganas de celebrar su triunfo. En aquel momento era la persona más admirada y envidiada del mundo, y sólo tenía que alargar un poco su mano para alcanzar el poder y la riqueza y, en parte, el control de ese mundo. Sin embargo Armstrong no hizo nada de eso. Renunció a toda la fama, homenajes y actos de adulación, rechazó todas las ofertas empresariales que se le hicieron, nunca fue infiel a su esposa y jamás se enorgulleció en público del inmenso éxito que coronó su carrera profesional. En 1971 se retiró de la NASA y se incorporó al personal de la Universidad de Cincinnati, en su Ohio natal. Posteriormente tuvo algunos cargos de representación en empresas relacionadas con la industria aeroespacial, pero rechazó homenajes y entrevistas en televisión, y su perfil bajo se fue acrecentando con los años, y sus apariciones públicas escasearon, siendo de las últimas la que tuvo lugar hace un año en Canarias en el marco del festival Stardust.

Hoy, en un 2012 lleno de farsantes, timadores y sinvergüenzas, que aprovechan la mínima oportunidad para robar el dinero de otros y no admitir nunca su responsabilidad, en un mundo de gestores, políticos y directivos que son el ejemplo de todo lo que no hay que hacer, y en una sociedad infantilizada que busca la satisfacción rápida, el enriquecimiento a toda costa y sin temor a la vergüenza o al exhibicionismo chabacano, Armstrong ejemplifica todo lo contrario, y por ello su valor de HÉROE se acrecienta aún más. Como ayer señalaba Pedro Duque, le echaremos de menos, pero sobre todo no por su papel como astronauta.

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