No se quejarán, gracias al éxito de la misión marciana llevo
tres artículos sin hablar de economía… aprovechen, que mientras Curiosity ha
pasado su primera noche sobre el rojo suelo marciano la cosa sigue revuelta en
nuestros mercados, pero eso será mañana. Hoy, teniendo
en mente la preciosa imagen que ya ha mostrado la NASA de la montaña que se
erige ante nuestro querido robot, quería hablarles de ilusión y curiosidad,
dos de los motores más potentes del mundo, y que han llevado al éxito a esta
misión, como a tantas otras en el pasado. La telemetría y la ciencia son
necesarias, pero sin esas dos fuerzas de poco sirven.
Y es que anoche, cuando me tumbé sobre la cama (no puede uno
meterse en ella en los calores madrileños) cerré los ojos y pensé en Marte tan
contento como si fuera un crío, disfrutando del momento, y pensando en que,
seguro, en muchas casas de todo el mundo, a esa hora o cuando toque irse a
dormir, habrá niños que se acuesten soñando con Marte, cohetes, naves
espaciales y estrellas que iluminan el firmamento. Muchos seguro que ayer
preguntaron a sus padres cómo se va a Marte, cual es el camino, y quizás uno de
ellos dijo la frase mítica “¿Por qué no vamos?”. Tras años de sobredosis deportiva,
en la que las paredes de las habitaciones de todos los críos del mundo han
estado llenas de héroes del balón o de la cancha, o de cantantes de medio pelo
(en el caso de Justin Biber de cinco sextos dada su poblada cabellera) puede
que ayer un niño en todo el mundo quitase la imagen de un jugador de fútbol y
pusiera una foto de Curiosity, o de Marte, y puede que alguna niña quitase una
de las cientos de imágenes de su grupo de los sueños y la sustituyera por una
impresión de una foto parecida a la que les he enlazado en el párrafo anterior.
Seguro que más de un niño se ha quedado al anochecer mirando un poco el cielo,
contemplando como las estrellas iban tomando el dominio sobre la oscuridad,
brillando allá en lo alto, lejanas e inaccesibles, pero misteriosas y
atrayentes, y algún padre se habrá visto en un aprieto para poder satisfacer la
curiosidad de su hijo cuando, viendo las imágenes de Curiosity, le haya
preguntado si “eso está allí arriba” señalando a las estrellas. Quizás también
algún universitario, o joven que está a pocos años de escoger su carrera, haya
contemplado las imágenes de absoluta felicidad que ayer se vieron en el centro
de control de la NASA del JPL de Pasadena, y haya pensado para su interior “yo
quiero trabajar en eso, no se si pagan mucho o poco, pero quiero hacerlo” y se
haya echado para atrás en su idea de no estudiar, o de dejar pasar el tiempo en
las aulas para empezar a leer libros de astronomía con la ilusión de , quizás
en o mucho tiempo, estar delante de una de esas pantallas en las que se podía
seguir la traza de Curiosity a lo largo de su viaje y descenso a Marte. Y
muchos adultos esta noche seguro que al ver estas imágenes han sentido un
gustillo en su interior que les recuerda a su infancia, a la ilusión que
entonces tenían por el espacio, que en muchos casos la rutina y vida diaria ha
sepultado bajo una enorme montaña de problemas y angustias de todo tipo, pero
que ayer logró aflorar. Muchos se sentirían incómodos de hacer pública esa
emoción, por miedo a que sus amigos y compañeros les tachasen de excéntricos o
frikys, pero quizás alguno, trajeado, en su oficina se puso a aplaudir porque
hemos llegado a Marte!!!!!
Esos niños y niñas, adolescentes y adultos, también
aterrizaron ayer en el planeta rojo, iban a bordo de Curiosity y sentían lo que
miles de trabajadores y técnicos de la NASA y todas las empresas auxiliares,
CSIC INTA español por supuesto, experimentaban ayer. Pura alegría, felicidad y,
sobre todo, ilusión y curiosidad. Para mi Marte se asocia a dos genios, Ray
Bradbury, que me lo noveló, y San Carl Sagan, que me lo enseñó. Hoy, desde lo
más alto del cielo, ambos sonríen al ver como la semilla que prendieron en
muchos corazones germina en las orillas del cráter Gale, y que nuevas semillas
anidan en los corazones de los futuros exploradores del planeta.
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