Es un ejercicio falaz realizar
resúmenes del año. Se nos olvidan muchas cosas que son importantes y,
querámoslo o no, hace casi un año que pasó el último enero, y la impresión de
los hechos que sucedieron entonces es mucho menor que cualquier acontecimiento
que pueda suceder ahora mismo. Es natural. Los balances, además, son sesgados,
ponderan unas cosas sobre otras, y quizás sólo el deporte, sí, que tiene
calendarios prefijados con las citas nacionales e internacionales, pueda
realizar el ejercicio preciso de rellenar a final de año los huecos que al
principio definían quienes serían los ganadores de tal o cual competición.
El personaje del año, en mi
opinión, es el Papa Francisco, junto con el dimitido Papa Benedicto XVI. Si
hemos vivido un hecho que de verdad pueda calificarse de histórico en este 2013
ha sido el de la renuncia de un Papa por voluntad propia, la elección de otro y
la convivencia vital de ambos, cosa que no se producía desde hace muchísimos
siglos. La gloria se la ha llevado Francisco, todo un personaje, un cura
argentino locuaz, hasta cierto punto desvergonzado, rompedor en el discurso y
las formas, generador constante de titulares, que ha sabido abrir el espíritu
de la iglesia a los aires modernos del mundo, pero manteniendo un discurso, el
de la humildad, la sencillez y la entrega, que a muchos les suena
revolucionario, pero que lleva dos milenios impreso en eso que llamamos
evangelios. Francisco ha demostrado que volver a lo obvio, al sentido común, es
noticia, causa sorpresa, y demuestra lo perdida que se encuentra nuestra
sociedad, enredada en tonterías de poco gusto, nulo valor y precio disparatado.
Pero si Francisco está ahí es, sobre todo, porque Ratzinger dimitió. El
atrevimiento de uno es complementario del valor de otro, del ejemplo dado por
un hombre culto como pocos, pero que se vio incapaz de gobernar en medio de una
manada de lobos que lo atenazaban. Su gesto de dejar el papado es una señal al
mundo como pocas, para que seamos conscientes de que nadie es imprescindible,
todos somos necesarios y que los cargos están para servir a los demás, no para
servirse de ellos. En España nadie ha aprendido esta lección, y así nos va.
Frente a estos ejemplos de luz y humanidad, la guerra de Siria me parece el
caso opuesto, la perfecta unión de todo lo repulsivo e indigno que se puede
albergar en el corazón humano. Muertes, asesinatos, bombardeos, hipocresía…
Siria nos coloca ante un espejo que nos devuelve la peor cara de nosotros
mismos. En medio de la total indiferencia de la comunidad internacional, ese
engendro que nadie sabe lo que es, son ya cerca de cuatro millones los sirios
refugiados que han huido de su país, para escapar de las matanzas que practica
el régimen del tirano Basar Al Asad, los islamistas que a él se enfrentan y
todos los grupos que, en medio del caos, se dedican a la matanza y rapiña sin
control alguno. El episodio al final del verano de la posible intervención
norteamericana tras descubrirse, oh sorpresa, el uso de armas químicas por
parte del régimen contra la población, alcanzó el colmo del absurdo. El
gatillazo con el que finalmente se saldó aquella pantomima dejó la imagen de Obama
muy tocada, ha sido un año nefasto para él, y permitió que Putin reforzara su
poder internacional y que el tirano Asad se riera de todo el mundo. Meses
después la guerra sigue, los muertos se cuentan por decenas al día, hay muchos
periodistas secuestrados y, en el fondo, a nadie parece importarle lo que allí
suceda. El desastre total.
Si todo va como preveo, este será el último
artículo del año. Subo a Elorrio a pasar las navidades y volveré a Madrid la
tarde del día de Reyes, por lo que no podré escribirles durante los días
festivos. Aprovechen estas fechas para dar rienda suelta a su moralina y buenos
sentimientos, ya que quizás son las únicas del año en las que no está mal visto
comportarse con amabilidad y buena cara (así es la sociedad que hemos creado)
abracen a sus seres queridos, muéstrenles que lo son, que importan mucho en su
vida, y den las gracias por todo lo que los demás han hecho por ustedes a lo
largo del año, que habrá sido mucho. Yo desde luego tengo mucho que agradecer a
muchos, y desde aquí les digo GRACIAS a ustedes, que quizás una vez leyeron mis
escritos. Muchas gracias. Felices fiestas y feliz año 2014.