miércoles, febrero 06, 2013

Eduardo Torres-Dulce como Gary Cooper


No se si ustedes veían el mítico programa “Qué grande es el cine” que durante varios años presentó José Luis Garcí en TVE. En él Garci, junto a un grupo de amigos selectos, montaban una tertulia en la que, tras una larga introducción, echaban una película y luego debatían hasta muy altas horas de la madrugada, envueltos en humo de tabaco y admiración enfervorecida a lo que habían visto. Era un programa curioso, interesante, en el que se podía aprender mucho si echaban una peli que a uno le gustaba o llegar a un punto de no entender nada de lo que allí se decía. Marcó una época, indudablemente.

Uno de los contertulios más asiduos a la mesa de Garci era un señor de gafas de pasta, pinta seria, voz suave y que sabía una barbaridad de cine, que se llamaba Eduardo Torres Dulce, y que en lo que a su profesión se le presentaba como fiscal. Era curioso. Uno se imaginaba a los fiscales como gente gris y aburrida o, justo en el espectro contrario, influenciado por las películas americanas, como apuestos y atrevidos caballeros modernos en su lucha contra el crimen. Oyéndole hablar Torres Dulce parecía más uno del primer grupo, pero era evidente que su pasión por el cine era absoluta, y así lo demostraba cada noche. Han pasado algunos años desde entonces, y tras las muchas vueltas que ha dado el mundo, Torres Dulce ocupa uno de los puestos más importantes y controvertidos del país, el de Fiscal General del Estado, el jefe de todos los suyos, nombrado por el gobierno del PP ni hace un año. Y ha querido la casualidad que ante su mesa se haya presentado uno de los casos más importantes de las últimas décadas, el caso Bárcenas, con sus múltiples ramificaciones, tales como la financiación ilegal del PP, fraude fiscal o la evasión amparada en la amnistía fiscal del gobierno. Torres Dulce tiene ante sí una de las responsabilidades más grandes que imaginarse uno pueda, y depende de cómo la lleve a cabo pasará a la historia con letras de oro o de barro. Tradicionalmente el papel del Fiscal General del Estado ha sido triste, considerado como un empleado más por el gobierno, se le ha obligado a plegarse a sus intereses y ha actuado muchas veces como mera correa de transmisión de lo que el poder político deseaba, hundiendo el prestigio de la institución y enlodazándolo en el debate político del día a día. Es cierto que desde los tiempos de Eligio Hernández, “el pollo del pinar” que fue seguramente cuando el cargo tocó fondo, la figura del Fiscal General ha ido recuperando empaque, pero su independencia siempre ha sido puesta en entredicho, habitualmente con razón. Pues bien, ha llegado el momento de la verdad. Ante el caso Bárcenas Torres Dulce debe optar entre servir más o menos fielmente al gobierno que le ha nombrado y adoptar una actitud pasiva ante el caso o actuar como lo hace un fiscal, valorando las pruebas y solicitando penas y resoluciones en función de los indicios de delito, sin dejarse influenciar por el nombre de los acusados y las consecuencias de sus posibles condenas, y sin penar en ningún momento si eso es bueno o malo para el gobierno, sólo dejándose guiar por el hecho de que sea justo o no. Si así actúa Torres Dulce habrá logrado situar a la Fiscalía en el olimpo judicial español, le habrá otorgado un aire de independencia y superioridad moral incuestionable y se convertirá en el ocupante de ese puesto más valioso, respetado y querido de todos los que por él han pasado. Si no, la fiscalía se hundirá en el desprestigio que ya cubre sin remedio a otras instituciones abocadas a su reforma o, simplemente, derribo. ¿Cómo empieza la cosa? Bien, porque anticorrupción ha llamado a testificar hoy a Bárcenas para que empiece a hablar de sus papeles, cuentas y evasiones. Si a estos pasos de Torres Dulce unimos el constante y concienzudo trabajo del juez Pablo Ruz creo que al menos, ante el terrible panorama en el que nos encontramos, hay dos luces en las que apoyarse. Torres Dulce y Ruz pueden ser nuestra salvación.

¿Cuántas veces habrá visto el cinéfilo Torres Dulce “Solo ante el peligro”? Seguro que muchas, todas ellas extasiado, admirado ante el papel de Gary Cooper, emocionado ante el valor que muestra en el metraje, pero seguro que nunca con la sospecha de que iba a llegar el día en el que él mismo iba a sentirse como un Gary Cooper que se lanza, sólo, en los juzgados de España, a la búsqueda de la verdad. Me lo imagino asustado, nervioso, con miedo en el cuerpo, pero a aparte de darle ánimo, quiero recordarle que los valientes son aquellos que sufren el miedo un minuto más tarde que los demás, por lo que no tema, siga firme y no vacile. El país está con usted, es nuestra esperanza frente a los malhechores.

No hay comentarios: