Ayer tuve la oportunidad de
asistir a una experiencia ciertamente interesante, y curiosa. Fui a la
presentación de un libro en la que se alcanzó el lleno en el auditorio escogido
para el evento, algo ya a remarcar dada la competencia de ofertas del día a día
y lo poco de moda que están los libros, pero es que además se trataba de un
libro de filosofía!!! Sí, no era un ensayo sobre sometimiento sexual corolario
de Grey ni nada por el estilo, no sino filosofía. Milagro, sí. El autor de semejante
prodigio tiene nombre y apellidos y se llama Javier Gomá Lanzón.
Presentaba Gomá su cuarto libro,
el que en palabras del autor completa la tetralogía que diseñó desde su
juventud con el tema principal de la ejemplaridad y la experiencia de la vida.
Este cuarto volumen, titulado “Necesario
pero imposible” se escapa un poco de la temática de los tres anteriores y
trata de conjugar la necesaria esperanza que tiene el ser humano de que la
muerte no sea el final de su recorrido, confrontándolo con la experiencia de
que la muerte es el final. Cree Gomá que la inmensa e indisoluble dignidad que
acompaña a cada ser humano por el mero hecho de serlo, aspecto reconocido
recientemente en el curso de la historia, se trunca con su muerte, un hecho
indigno, inasumible, y que es necesario realizar un canto a la esperanza de un
algo más. Es un tema muy religioso, sí, pero Gomá huye de la religión, al menos
de lo que tradicionalmente entendemos como tal, de su lenguaje, de su
formalismo, de sus estructuras clásica. Usa la referencia de Jesús de Nazaret
como muestra de superejemplaridad, de aquel que llegó más lejos con su vida y
obras en pos de su mensaje, pero olvídense de teologías, rezos y jaculatorias,
no. Gomá va al fondo del asunto y escapa del lenguaje clásico de la religión,
con la intención de crear un nuevo lenguaje, una nueva manera de relatar las
cosas, de describirlas y analizarlas, desde un plano filosófico, tras más de
dos siglos de alejamiento de la filosofía de este tema, cosa que Gomá denunció
con vehemencia en su alocución. La figura de Gomá emerge en el panorama
narrativo español hace ya algunos años, con sus primeros libros filosóficos y
sus artículos en prensa, de una densidad desacostumbrada y, paradójicamente, aunque
no debiera ser as´, plenos de modernidad, de actualidad. Su obra tetralógica,
iniciada con “Imitación y experiencia”, del año 2003, y “Aquiles en el gineceo”
de 2007, logra romper las barreras del mundo filosófico y alcanza plena
relevancia social con su tercer libro, “Ejemplaridad pública” de 2009, que
aunque no iba exactamente de eso, posee un título que debiera ser grabado con
letras de oro (o fuego, escojan ustedes) en la frente de los dignatarios y representantes
de la sociedad. Gomá logra con este libro el aplauso no sólo de la crítica,
sino del público en general, y abre la filosofía a personas que poco o nada han
tenido que ver con esa materia. Quizás junto con Fernando Savater se ha
convertido en el gran divulgador de esa rama del conocimiento, arrumbada a una
esquina por los planes de estudios y asociada demasiadas veces a lo aburrido,
complejo y oscuro. Pero Gomá logra el éxito sin renunciar a la profesionalidad
ni a la profundidad. Sus libros son densos, complejos, llenos de conceptos y
cargas de profundidad, logran que el lector se plantee varias preguntas por
página, y quizás al final de su lectura uno sepa más, pero descubre que sabe
mucho menos de lo que pensaba al inicio de la misma. Lograr eso sin perder un
ápice de calidad ni de fuerza narrativa es muy meritorio. La joven y brillante
pianista Judith Jáuregui ha dicho algunas veces que pretende ponerle pantalones
vaqueros a la música clásica, porque tarta de que mucha gente que la rechaza se
acerque a ella, si elitismos, pero dando lo mejor de sí, ofreciendo al oyente
la interpretación más bella posible. Es lo que Gomá hace con su obra, y logra
plenamente.
Un último apunte sobre el título
de mi artículo, y es que he jugado con el del libro, cambiando el adversativo “pero”
por el copulativo “y” y mostrando que puede ser posible, y es que Gomá anunció
ayer que va a reducir su exposición a los medios para centrarse en su familia y
vida personal. Se lo merece, pero le rogaría que no lo hiciera en exceso,
porque es necesario su magisterio, y es posible aprender de él tanto, es
necesario su ejemplo de virtud ética y profesional, más en estos tiempos de
zozobra, y es posible que personas que jamás pensaron que iban a leer filosofía
lo hagan gracias a él. Y eso también es esperanzador.
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