Sinceramente, la acumulación de
casos de corrupción que se da en España en esta temporada es insoportable,
tanto por la sensación de absoluta podredumbre que se desprende como por la
incapacidad material de seguirlos, relatarlos, analizarlos y evaluarlos. Sería
necesario un equipo de varias personas encargadas de analizar todo lo que cada
día se publica en los medios de todas las operaciones para saber realmente como
van. Y encima la última descubierta siempre es la más jugosa y surrealista,
como sucede con el caso del espionaje político en Cataluña.
Parece ser que ir a comer al
restaurante la Camarga era lo más parecido a entrar en un estudio de radio pero
sin necesidad de usar auriculares. Floreros con micrófonos adosados en varias
mesas garantizaban a los dueños del restaurante, la empresa de espionaje que
los instalaba y los múltiples clientes que los utilizaban horas y horas de
conversaciones que, sin duda, tendrán contenidos interesantes, más allá de la
valoración de los platos que se ventilaban los espiados. Lo que comenzó con una
denuncia de la dirigente del PP catalán Alicia Sánchez Camacho sobre el posible
espionaje de una conversación suya mantenida con la ex novia de Jordi Pujol
hijo se ha convertido en un inmenso escándalo en el que todos los partidos
espiaban a todos, e incluso a sí mismos, contando para ello con los servicios
de la agencia de espionaje Método3, que tonta no era y cobraba de todas las
bandas posibles. Escuchas cruzadas de todos hablando con todos, que podían ser
usadas para obtener información relevante del enemigo político o del odiado compañero
de partido, notas manuscritas, transcripciones de charlas de café y copa que a
buen seguro eran utilizadas para chantajear, extorsionar, presionar y controlar
a partidos, asociaciones y personas. Un comportamiento mafioso y secretista
extendido a lo largo y ancho de toda la estructura política catalana, en un remedo
cutre de esa gran película que era “La vida de los otros” en la que se
reflejaba como en las sociedades totalitarias el gran esfuerzo del poder se
encamina no a aliviar los problemas de los ciudadanos, no, sino a espiarlos,
investigarlos, desnudarlos, para así poder presionarlos y amedrentarlos. La sensación
de repugnancia que uno obtiene al profundizar en el caso de las escuchas es
total. El watergate original de Nixon era algo muy similar, con escuchas
ilegales a los miembros del partido demócrata que se alojaban en el hotel de
idéntico nombre en WDC. Allí un presidente norteamericano cavó su tumba y en
ella fue enterrada, ¿creen que sucederá lo mismo en esta ocasión? Tiempo le ha
faltado a Ms y otros dirigentes de CiU, que se sepa no espiados, pero puede que
sí espiadores, en calificar estas informaciones como presiones externas en
contra del proceso soberanista catalán. Quizás visto lo visto empieza a entenderse
la prisa con la que Mas desea dotarse de independencia fiscal y judicial,
porque así sería posible enmascarar los contratos y costes de operaciones como
estas y, de paso, garantizarse que un sistema judicial catalán no llevará a la
cárcel a ninguno de los responsables de cometer actos delictivos de la gravedad
de la que estamos hablando. El mero hecho de que sea la policía nacional y no
los Mosos de Escuadra los que han destapado el caso demuestra hasta qué punto
el virus nacionalista está inmerso en las instituciones regionales de Cataluña,
como ya sucedió en el pasado en el País Vasco en lo que hace a la lucha contra
el terrorismo. El eterno deseo de ser el jefe de un corralito genera siempre
vicios y vergüenzas como estas.
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