jueves, febrero 14, 2013

Mario Draghi en España


Si no hubiera sido por la bomba informativa de Benedicto XVI, el asunto más interesante que ha sucedido esta semana en España y que habría centrado mi atención hubiera sido la visita de Mario Draghí, el presidente del BCE, y su comparecencia ante el Congreso de los Diputados, celebrada el pasado Martes. Sin embargo el anuncio de dimisión papal por un lado, y al nefasta gestión de la comunicación por otro, impidiendo que la comparecencia fuera pública, ocultaron por completo el mensaje de Mario y el hecho mismo de su presencia, importante y hasta cierto punto excepcional.

Draghi es la persona más poderosa que ha comparecido ante el Congreso de España desde hace años, décadas me atrevería a decir. Quizás los diputados allí presentes no fueran conscientes de ello, pero un solo gesto, una frase de Mario dicha de una u otra manera puede salvar al país o sentenciarlo en la picota de la prima. Y paradojas de la vida, Draghi tiene todo ese poder sin que haya sido votado jamás por electorado alguno, representa a una institución técnica cuyo consejo de gobierno es acordado por jefes de estado de los países de la zona euro y rinde cuentas ante el consejo de esa institución, y nada más. Comparecencias como las de esta semana son extrañas, y sirven para que Draghi exprese opiniones, y los diputados del país anfitrión hagan lo mismo, pero en ningún caso pueden censurar, reprochar o rechazar las medidas del BCE y su presidente, al menos de manera efectiva. Así, la figura de Mario Draghi representa el mayor de los triunfos de lo que podemos denominar como tecnocracia, el gobierno de los técnicos, los expertos, ajenos a los políticos y al margen del debate electoral y del sufragio electivo. Si a eso unimos que el estatuto del BCE, su constitución, declara expresamente al independencia del organismo de los gobiernos del área euro y la inviolabilidad de sus decisiones y componentes, podemos afirmar que el BCE es lo más parecido a un Sanedrín, un órgano externo imbuido de poderes extraordinarios y que contrapesa en todos los sentidos imaginables al resto de poderes establecidos. No sólo es que esa teoría de los tres poderes de Montesquieu haya de ser reformulada para incorporar a un cuarto, el Banco Central, sino que dado que los tres poderes clásicos están dominados por el ejecutivo, directa o indirectamente, casi podemos hablar de una bicefalia entre gobiernos y Banco Central. En el caso de los países rescatados, con gobiernos débiles y economías maltrechas, como es el de España, esa bicefalia es ficticia, dado que el BCE tiene mucho más poder que cualquier gobierno electo, sea el pasado, el presente o el futuro. ¿Ha sido esto siempre así? No, pero si responde a un proceso histórico de paulatina independencia del Banco Central del gobierno para impedir que este último mangonease en la política monetaria, con objeto de financiarse sin límite, se dedicara a la creación sin fin de dinero, generando procesos inflacionarios e inestabilidades muy peligrosas. Esta teoría de la separación encuentra sus fundamentos en Europa en el estatuto del Bundesbank alemán, y a partir de ahí todos los países, antes del euro, fueron hacia ese modelo de independencia y separación. La creación del BCE, un Banco Central que gobierna sobre una moneda extendida sobre un territorio en el que no hay gobierno político unificado, supone el sumun de esta idea de independencia. ¿Es igual en otros países? Sí, pero con matices. Como en el resto del mundo existe una correspondencia entre el Banco Central y el gobierno, dado que ambos actúan sobre un único e idéntico país, se dan casos de “presiones” y “colaboraciones” más o menos intensas.

En EEUU esa relación es cordial, manteniéndose la separación pero creándose sinergias entre uno y otro poder. En Japón también era así, pero desde un tiempo existe una corriente política en el país que trata de acotar la independencia del BoJ, su Banco Central, para que esté al servicio del gobierno, deshaciendo todo el camino teórico de la separación desarrollado en el siglo XX. Allí se está librando ahora mismo un pulso muy intenso e interesante entre los políticos y las autoridades monetarias, y no está claro quién va a ganar. Pase lo que pase Draghi no se verá afectado a corto plazo. Su problema, complejo e inmenso, es lograr que el euro sobreviva en medio de las tensiones que van y vienen, pero que no cesan.

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