Este está siendo un invierno “como
los de antes”, expresión muy querida por muchos para dar a entender que es de
verdad, de frío y nieve. En el norte las precipitaciones están provocando
inundaciones día sí y día también en multitud de comarcas, y los espesores de
nieve alcanzados en Pirineos, sistema cantábrico, ibérico o central son muy
destacables. Pero lo de los Pirineos es exagerado, se han llegado a acumular
más de cinco metros de nieve en algunas cotas, y no en las cumbres, dejando
paisajes sepultados y localidades como Canfranc reducidas a formas onduladas
bajo montañas de nieve.
¿Y en Madrid? Bueno, de momento nada.
La relación de Madrid con la nieve es de amor odio, como la de todas las
grandes ciudades, que ansían verse cubiertas por el manto blanco para limpiarse
y ofrecer una cara muy distinta a la habitual, pero temen el caos que los copos
pueden producir en sus calles y carreteras, y que la nieve, como colesterol del
malo, colapse sus vías y les aboque al desastre absoluto. Hoy vuelve a ser un
día de aviso de nieve en la capital, de elevado riesgo de que caigan copos del
cielo y de escasas posibilidades de que acaben cuajando. Ya llevamos un par de
días similares en los que, finalmente, la nieve no ha aparecido. Hace un par de
semanas cayeron copos durante unos diez minutos, no más allá, y me hice
ilusiones de que esta vez sí, pero finalmente tampoco, los copos se diluyeron y
convirtieron en aburrida y común agua, y el suelo, en el que no habían logrado
cuajar, se empapó aún más. Y yo desde la ventana de mi oficina contemplaba como
el amago de nieve se había quedado en nada. Profeta de modelos meteorológicos,
avisador a todos del riesgo de nevada, a medida que los copos se fundían mi
prestigio se disolvía con ellos, y la esperanza débil que anidaba entre mis
compañeros de trabajo de nevada se transformó en risas hacia mi predicción e
incredulidad generalizada. Y es que así es la nieve en Madrid. Amenaza, amaga,
asoma la patita, pero cuando piensas que sí, te dice que no, se esconde y te
deja con el deseo en los labios, goteando. Puede que hoy se repita la misma
situación. Los modelos señalan riesgo de nevada en cotas bajas en el centro de
la península, ahí estamos, y ahora mismo en el cielo de la ciudad luce unas
amenazadoras nubes que, si se empeñan, pueden lograr hacer realidad el sueño de
una nevada madrugadora. Supongo que ante la previsión todo el mundo habrá
sacado su coche, chubasqueros y botas gordas, por lo que es muy probable que,
incluso si no cae nada de nada, el atasco que se organice hoy sea de los
gordos, con miles de conductores atrapados en sus calentitos coches esperando a
ver los copos que tanto han anunciado. Si llegan y caen la gente al menos
pensará que el atasco ha tenido sentido, pero como no precipite hoy será un
nuevo día en el que poner a parir a los de “el tiempo”, por su alarmismo
infundado, por la previsión que no se ha cumplido, por las botas que he traído,
que no son cómodas salvo que haya copos por el suelo, etc, y de paso pillar por
banda a todo aficionado a la meteorología y aprovechar el fallo de la
predicción para meterse con él y reírse un poco ante su credulidad, sus ganas
de fiarse de los modelos, y su esperanza de ver la blanca nieve sobre la gris
Madrid.
1 comentario:
Lo de la alfombrita blanca es poético total...
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