Lo primero que hay que hacer en
estos casos es felicitar al diario El País porque, tras un par de semanas muy difíciles,
en las que el error de la portada de Hugo Chávez y el estar a rebufo de El
Mundo en el caso Bárcenas le había granjeado malas críticas y caída de ventas, la
exclusiva de los papeles de la contabilidad secreta de Bárcenas que publicó
ayer fue un bombazo mediático que, entre otras cosas, agotó la edición
impresa del diario. Negocio redondo y relevancia absoluta, el máximo deseo del
periodista hecho realidad, enhorabuena.
Ahora vayamos a lo relevante, que
es el papel de Rajoy en todo esto. La acusación que pende sobre él y muchos
otros miembros de la ejecutiva de su partido de haber cobrado dinero en negro es
muy grave, tanto que impide que Mariano adopte su habitual táctica de evasión y
huida, que en el año que lleva como Presidente se ha demostrado inútil desde
todo punto de vista para gestionar los asuntos serios que lleva aparejado su
cargo. Lejos de escudarse en Cospedal o en otros cargos, Rajoy debe comparecer
en público, habiéndose estudiado muy bien qué va a decir y que no va a decir, y
anunciando en esa comparecencia cosas sustanciales, no auditorias amañadas, perdón
por la redundancia. Y esas cosas sustanciales son ceses, relevos en la cúpula
de un partido que, a ojos de gran parte de la sociedad, aparece manchado,
cubierto por la oscura sombra de la financiación ilegal. Es decir, Rajoy debe
cortar cabezas en la plaza pública para apagar el incendio que se puede
descontrolar en cualquier momento. Si no lo hace, pronto y ejecutivamente, el
incendio le devorará. Y eso no es sólo una expresión, sino la constatación de
una realidad que ayer aparecía en todos los medios de comunicación del mundo,
la imagen de un presidente del gobierno acorralado, abrasado por completo a
poco más de un año de celebradas unas elecciones generales que ganó por
goleada, con la imagen de un país corrupto, tramposo y endeudado que escalaba posiciones
en la escaleta de las portadas a medida que avanzaba el día y con unos
titulares cada vez más gruesos y feos. El golpe que sufrió ayer la marca España
fue tremendo, y está en manos de Rajoy, y sólo en las suyas, actuar y frenar
esta hemorragia. ¿A qué alternativas se expone? Pensándolo ayer por la noche la
actual situación me recuerda, salvando las distancias, a Italia en dos épocas
diferentes, ambas de máxima gravedad. A corto plazo la tensión y el
desprestigio del gobierno Rajoy empieza a ser similar a la que sufrió Berlusconi
hace un par de años, cuando ya era inviable su gobierno y, en un movimiento
orquestado desde, al menos, Berlín y Washington, le fue retirado el cargo de
primer Ministro para dárselo a Mario Monti, inaugurando la regencia de los
tecnócratas, en un fin de semana oscuro y que aún queda por explicar, y en el
que se orquestó un golpe de estado palaciego para arrebatar el poder a un
irresponsable que había sido votado pero que no era capaz de llevar a cabo
política alguna. Rajoy no es Berlusconi, pero ante una situación de inacción y
deterioro institucional, ¿sería factible pensar que la UE y otras fuerzas
organizasen un movimiento similar en España y relevaran a Rajoy? No lo
descarten, sobre todo porque, como les estoy contando, es algo que ya hemos
vivido con anterioridad. De lo que no tengo dudas es que ayer a Rajoy le
llamaron desde alguna embajada y gobierno extranjero conminándole a que haga
algo, presionándole, forzándole a actuar. Por ello, por esa presión externa,
por saberse rodeado y atenazado entre los que realmente mandan y los de su
partido, acorralado, sólo le veo dos opciones. O actuación o eliminación. Puedo
equivocarme, claro, pero ese es mi diagnóstico.
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