miércoles, febrero 27, 2013

La guerra de divisas


Era previsible lo que pasó ayer en la bolsa europea y en las primas de riesgo de los países periféricos. El resultado de las elecciones italianas nos pegó un castañazo de los gordos y los descensos de unas y aumentos de otras acabaron por configurar una jornada negra teñida de rojo. Sin embargo quiero hablarles hoy de un concepto, el de la guerra de divisas, que desde hace un par de meses ha cogido bastante auge y merece la pena ser analizado. Qué es, existe realmente y nos viene bien o mal son cuestiones que, pese a su complejidad, debiéramos tener claras para afrontar este problema, otro más, surgido de la persistencia de la crisis. Y como todos la niegan, haberla hayla…

Una guerra de divisas es un proceso en el que una serie de países empieza, de manera declarada u oculta, una carrera de devaluación de sus monedas con objeto de que sus exportaciones sean más baratas y así poder quitar mercados a los competidores. Recordemos que desde hace varias décadas vivimos en un complejo sistema de flotación de las divisas en las que su valor se obtiene en función de la oferta y demanda de las mismas en un mercado abierto y transparente. Hay excepciones, la más significativa es la de la moneda china, el yuan, que no cotiza, pero el resto sí lo hace, en un régimen que se denomina “flotación sucia” y lo de sucia viene de las posibles manipulaciones que puedan alterar la flotación del mercado. Devaluar es empobrecerse frente al exterior, pero ayuda a vender más fuera, y en una situación como la actual, en la que la crisis se ha vuelto endémica en ciertas zonas, especialmente Europa, y el crecimiento internacional es débil, la tentación de competir vía devaluaciones es muy intensa. El nuevo gobierno japonés ha sido el primero en llevar a cabo esta táctica, de manera muy descarada y pública, con incluso presiones y controles a su banco central, y una vez abierta la espita otros se han sumado, como el Reino Unido y EEUU, los primeros de una manera abierta y los segundos encubiertamente, dado que sus programas de expansión cuantitativa, en el fondo, también son una manera de debilitar el dólar. Parece obvio pensar que si todos devalúan a la vez nadie gana, y en el fondo esto es lo que ocurre. Lo que pasa es que, como en todo juego, existen tentaciones de dar primero el golpe y llevarse la ventaja inicial, pese a que luego sea diluida por la pérdida colectiva. Estos comportamientos, digámoslo claramente, son erróneos, peligrosos e inútiles desde el punto de vista económico. Tradicionalmente se ha usado la expresión “políticas de empobrecimiento del vecino” para calificarlos y es una frase muy descriptiva y acertada de lo que significan. Las devaluaciones tienen sentido cuando un país, por su crisis u otros factores, no es capaz de sostener una cotización dad de su moneda, y debe empobrecerse “nominalmente” para reflejar esa pérdida “real”. Esto es el caso de la devaluación del bolívar venezolano decidida hace un par de semanas, la bajada de un tercio en su valor de intercambio internacional refleja la aguda crisis por la que atraviesa la economía de ese torturado país, pero las bajadas que están experimentando el yen japonés o al libra británica no tienen nada que ver con eso. Reflejan el nerviosismo de sus gobiernos porque las políticas aplicadas para recuperar la economía no han dado resultado, y tratan de recurrir a esa argucia. Y eso, no lo olvidemos, es un error que les acabará perjudicando a todos, ellos incluidos.

¿Y desde España, como nos afecta? Pues como si nos viniera impuesto de fuera, porque no tenemos el control del euro, nuestra moneda. Si otras divisas se devalúan es lógico suponer que el euro se revalúe, encarezca, respecto a ellas, y eso es lo que está pasando. Para nosotros es malo, muy malo, ya que aunque abarate la factura petrolífera, resta competitividad a nuestros productos, ahora que estamos realizando un ajuste muy duro para lograrla, como bien lo reflejó Ángela Merkel en una de las frases más duras que jamás le he leído, y hace que turistas de fuera del euro, británicos, por ejemplo, vean como sus hoteles mediterráneos son este años mucho más caros. Así, perdemos desde el principio. Malo, por lo tanto. Huyan de las guerras, de esta y de todas las demás.

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