martes, febrero 05, 2013

Ricardo III y el Juego de Tronos


El desplome del Ibex y el disparo de la prima de riesgo de ayer acabaron por dar la razón, ojalá que así no hubiera sido, a los que opinábamos que la estrategia defensiva de Rajoy es un desastre, pero no quiero hablarles de esto todos los días. Ayer se produjo un noticia fascinante que da mucho juego, y es que se ha confirmado por análisis sofisticados que los restos humanos encontrados bajo un aparcamiento en Leicester, Inglaterra, corresponden nada más y nada menos que a Enrique III, el Rey que inmortalizó Shakespeare y que, con su vida, crueldad y muerte caracterizó una de las épocas más convulsas de Inglaterra.

La muerte de Ricardo III supuso el final de su línea dinástica, la de la casa de York, y el advenimiento de los Tudor, a los que seguramente muchos ya les ponen cara tanto histórica como televisiva. Sin embargo es este tercero de los ricardos el final de una historia poco conocida fuera de Inglaterra pero que es apasionante, y que comienza a mediados del muy lejano siglo XII, cuando la casa de Plantagenet logra el trono de Inglaterra, que logra conservar con sus ocasionales y acostumbradas guerras, hasta el final del siglo XIV. En este punto se produce una disputa entre los herederos del trono, que se organizan en torno a dos casas nobiliarias que pretenden ser las legítimas sucesoras de la dinastía Plantagenet. Las dos casas son la de York, cuyo emblema es una rosa blanca, y la de Lancaster, cuyo emblema es una rosa roja. Así, como se podrán imaginar, poco tardan en surgir las hostilidades, y el siglo XV está marcado en Inglaterra por la disputa de ambas casas por el trono, en unos enfrentamientos que han pasado a la historia como la guerra de las rosas. Con momentos de calma y otros de salvaje enfrentamiento, las dos casas, y el conjunto de nobles que las apoyaban, que iban cambiando de bando en función de lo que se les ofrecía y de cómo evolucionaba el enfrentamiento, se desangraron mutuamente a lo largo de décadas de enfrentamientos en los que lo mejor de la nobleza inglesa se lanzaba espada en ristre frente a frente, acabando muchas cabezas en el campo de batalla y otras tantas colgadas de picas a las puertas de los castillos respectivos. Durante todos esos años el poder osciló entre representantes de ambas casas que, por periodos más o menos estables, lograban retener su corona, mediante batallas o acuerdos bajo cuerda con algunos nobles renegados, hasta que la situación de equilibrio se rompía y nuevamente el trono cambiaba de bando. En definitiva, una larga y cruenta guerra civil que asolaba los campos y debilitaba a la economía y sociedad inglesa, arrastrándola por la pendiente del salvajismo hacia la nada. El cadáver aparcado en Leicester, Ricardo III, es el último de los reyes de la casa de York. Cruel, deforme y receloso, el retrato que de él realiza Shakespeare es para salir corriendo ante su mera mención, pero es probable que fuera un soberano muy en la medida de lo que se estilaba en aquel momento, dado que si no eras hábil con la espada ni duro con tus enemigos tu garganta sería rebanada por ellos a la primera oportunidad. De hecho, su sucesor reafirma esta idea. Ricardo III muere el 22 de agosto de 1485 en la batalla de Bosworth a manos de Enrique Tudor, apoyado por los Lancaster. Tras su victoria, Enrique, coronado como VII, toma dos decisiones muy importantes que garantizan la pervivencia de los Tudor en el trono y el fin de la batalla dinástica. Una es la de casarse con Isabel de York, la que mejor podía reclamar el trono por parte de su casa tras la muerte de Ricardo III, y la otra es la de matar a todo posible descendiente que quedase vivo, eliminando así toda la competencia y garantizándose la tranquilidad. Enrique VII funde en una misma insignia las dos rosas, roja y blanca, y la denomina la Rosa Tudor, y acabada la guerra empieza una época de tranquilidad en el reino y el inicio del renacimiento inglés.

Recapitulemos. Casas enfrentadas por el reino, descendientes de un linaje antiguo de gran poder nobiliar, intrigas, celos, matrimonios conjuntos, guerras continuas, nobles traidores, territorios en disputa y una capital, Londres, sita en el sur del territorio y cerca del mar…. Esto se parece mucho a Juego de Tronos, verdad??? Se parece tanto que si uno se da cuenta de que en el norte de Inglaterra aún quedan restos del muro que Adriano construyó para separar el territorio romano civilizado de los salvajes del más allá la analogía es completa. Sí, lo más seguro es que JRR Martin se inspirase en esta apasionante historia para crear la suya, y aunque no consta que hubiera enanos en la realidad, el esqueleto aparcado muestra grandes deformidades, como se decía que tenía el tercer Ricardo…

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