Las noticias que a lo largo del
fin de semana han ido llegando desde Egipto son de una gravedad extrema. Enfrentamientos
continuos entre las fuerzas militares y los islamistas, saldados con un
balance de muertos cercano a las cien personas cada día, destrozos, quemas de
iglesias cristianas, linchamientos… por momentos El
Cairo recordaba el paisaje de una ciudad en guerra, y el balance y
situación de los focos de conflicto en el mapa de la ciudad parecía dibujar una
situación de estrategia de ataque y defensa, con barrios dominados por
islamistas levantados en armas, zonas controladas por el ejército llenas de
patrullas y controles, y zonas de nadie, manzanas y manzanas de edificios donde
reina el caos y la confusión. Eso es, ahora mismo, El Cairo y Egipto en su
totalidad.
Las derivadas de lo que allí está
sucediendo son enormes, múltiples y muy complejas. Hoy quiero pensar un poco en
lo que esto significa para la estabilidad del país, de la zona y de lo que se
ha dado en llamar las primaveras árabes, que surgieron como un soplo de
esperanza en medio del desierto, real de arena y metafórico de ausencia de
libertades, y que poco a poco se han ido marchitando a medida que el verano
islamista ha tomado el control de la situación. ¿Se han acabado las primaveras
árabes? ¿Han muerto? Creo que sí, al menos tal y como las concebimos en sus
inicios. Si recuerdan por aquel entonces, hace un par de años, tampoco ha
pasado tanto tiempo, un soplo de ilusión recorría esos países, en forma de
revueltas populares que demandaban derechos civiles, libertades y trabajo.
Desde occidente se vio todo con ilusión y sonrisas, y pese a que había algunas
voces que llamaban a la reflexión y a no dejarse llevar por la inocencia,
aplaudimos todos de manera unánime esos movimientos. Hubo, sin embargo, dos
factores que no supimos calibrar en su momento, y que a la larga han sido
determinantes para llegar al estado actual. Uno es la economía de estos países,
medio arruinada entonces, hundida del todo ahora mismo, y la pobreza entre la
población, mucha de ella analfabeta o sin estudios, que vive del día a día y
quiere que el régimen, sea el que sea, le permita alimentarse. Los países
árabes o del norte de África apenas poseen clases medias como las europeas, que
puedan dirigir el país y crear las condiciones para que una economía de mercado
funcione correctamente, generen crecimiento económico y aumente el nivel de
vida de la población. Por ello, una revolución que no es capaz de crear riqueza
puede fracasar estrepitosamente. Si el aspecto económico es común en el Magreb
y en otras áreas geográficas, como puede ser Centroamérica o África central, el
otro factor, decisivo, es propio de los países islámico, y es el islamismo, el
integrismo islámico, una concepción total de la sociedad al servicio de la
religión y de Ala, basada en planteamientos teocráticos cuasimedievales en los
que los derechos civiles, la existencia de la mujer y muchas otras concepciones
que para nosotros son básicas y consustanciales a la vida diaria son,
simplemente, pisoteadas como muestra de comportamientos infieles al Corán. Durante
las primaveras, los grupos islamistas, presentes con mucho peso en todos los países
en los que tuvieron lugar las revueltas, no las encabezaron, ni se situaron
tras ninguna pancarta. Curioso, y eso debió hacernos sospechar, pero no
quisimos o supimos verlo. Agazapados, esperaban a que la revuelta “liberal”
acabase con el régimen dictatorial para conseguir llegar ellos al poder. Así,
en cada uno de los procesos electorales surgidos tras la derrocación de los viejos
regímenes militares, los islamistas han ido ganando gobiernos y poder sin
parar. En Túnez y Egipto como principales ejemplos, sus victorias en las
elecciones fueron rotundas. Organizados desde hace décadas, acostumbrados a trabajar
en la clandestinidad, las organizaciones islamistas sólo tuvieron que alargar
un poco el brazo una vez que cayó el dictador que les sometía para hacerse con
el poder que quedaba libre. Y lo hicieron, desde luego que lo hicieron.
No hay comentarios:
Publicar un comentario